Haití

Ni terremoto, ni huracán: Haití es condenado hasta hoy por su revolución negra

El país fue excluido del comercio mundial y fue destruido por no aceptar la esclavitud y la dominación francesa

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Toussaint L'Ouverture, líder de la revolución haitiana
Toussaint L'Ouverture, líder de la revolución haitiana - Reproducción

El 14 de enero del 2010, después del terremoto que desbastó a Haití, escribí una nota de análisis para el portal Uol partiendo de una declaración polémica de un pastor evangélico y llegando a las raíces de la permanente devastación por la que pasa el país: el mundo occidental hasta hoy condena a Haití por su histórica revolución.

Cambie terremoto por huracán, todo lo demás continúa valiendo en el texto que sigue a continuación:


 

Pastor americano atribuye el terremoto a un ‘pacto con el Diablo’ y provoca protestas; el país se liberó de Francia en 1804.

Un día después del terremoto que destruyó la ya precaria infraestructura de Haití y causó miles de muertos, el pastor evangélico Pat Robertson afirmó que el fenómeno está vinculado a una “maldición” que el país de Centro América está recibiendo por haber realizado un “pacto con el Diablo”.

Hubo una cosa que sucedió en Haití mucho tiempo atrás, y las personas no quieren hablar sobre eso”, dijo en un programa de televisión de Christian Broadcasting Network’s (red de tv comandada por Robertson). “Ellos estaban sobre el dominio francés. Usted sabe, Napoleón III, o el que fuese. Entonces ellos se juntaron y sellaron un pacto con el Diablo. Dijeron: ‘Vamos a servirte si tu nos liberas de los franceses. Es una historia verdadera. Entonces, el Diablo dijo: ok, negocio cerrado”.

Robertson es un extremista conservador norteamericano, y su discurso provocó una ola de protestas en los Estados Unidos. Él intentó ser candidato a presidente del país, en 1988, pero fue derrotado en las primarias del Partido Republicano. Entre sus previsiones nunca acontecidas, está la de que en 1982 el mundo acabaría y que un tsunami afectaría la Costa Este de los Estados Unidos.

Esta no es una actitud que exprese el espíritu del presidente o del pueblo americano, por lo tanto yo creo que es un comentario bastante extraño de ser realizado”, dijo Valeria Jarret, consejera de Barack Obama, cuando pidieron que ella abordase el asunto. Jarret declaró no tener qué decir delante de esta afirmación.

Un comunicado oficial de un portavoz de Robertson intentó suavizar sus afirmaciones, diciendo que el pastor no quiso decir que la responsabilidad era de los haitianos, pero que él estaba apenas repitiendo la leyenda contada por “numerosos estudiosos y figuras religiosas”, que por siglos creyeron que el país está maldecido.

Abordando no sólo al discurso del pastor, sino también de un artículo del “New York Times” que también usó la palabra “maldición” para referirse a la situación del país, la periodista Farai Chideya escribió un artículo que revela el origen de la idea y lo aborda como un problema histórico que, para ella, explica mucho mejor la fragilidad de las instituciones y de las construcciones en Haití.

La palabra ‘maldición’ viene de una imagen radicalizada del vodu (el hecho de que el vodu es una religión es otra batalla que no puedo abarcar en este texto) que personas con pésimas intenciones están ansiosas por explotar”, dijo ella.

Robertson comparó a Haití con la República Dominicana, país con quien “divide” el territorio de la isla. “La República Dominicana es prospera, rica, llena de recursos, etc. Haití es extremamente pobre, en la misma isla. Ellos tienen que rezar y nosotros precisamos rezar por ellos, para generar un gran cambio a partir de esta tragedia. Yo estoy optimista que algo bueno va a venir”. Robertson dice que esta ayudando a las personas que están sufriendo de forma “inimaginable”.

Para el periodista Chidely, sin embargo, tal vez hubiese sido mejor realizar un pacto con el Diablo, al que Haití hizo con Francia. “Después de ser derrotado militarmente por el revolucionario Toussaint L’Ouverture, el poder colonial francés exigió de Haití una reparación” escribió ella, equivalente en los días de hoy a, aproximadamente, US$ 20 mil millones. “El efecto cascada de ese acuerdo ni puede ser subestimado” - la deuda de la “independencia” fue retirada apenas en 1947.

La historia de Haití, hasta la independencia, en 1804, está ligada a la historia de la Revolución Francesa y la lucha por el fin de la esclavitud en las Américas. Ella se inició en 1791, cuando la noticia de que la esclavitud había sido abolida por los revolucionarios franceses llega a la isla. Toussaint comenzaba a liderar la revuelta a partir de 1974.

Es una historia rica en detalles, lo que puede llevar algunos tropiezos informativos que, en general, no mudan la esencia del proceso – una lucha por el fin de la esclavitud y de la dominación europea emprendida por negros y mestizos.

El negro Toussaint L Óuverture, hijo de un jefe tribal africano, por ejemplo, es una de las figuras más importantes de la historia de la liberación en Haití, pero la derrota final de las decenas de miles de soldados de las tropas francesas de Napoleón I, el Bonaparte, fue concretizada por hombres que habían estado bajo su comando – él, sin romper definitivamente con Francia, murió en la prisión en la metrópoli a comienzos del siglo XIX – y no a mediados, con Luis Bonaparte, referido por Robertson, subió al poder (1848) .

Fue una guerra racial sangrienta con ejecuciones de blancos y de negros, y grandes incendios que destruyeron el país. Al finalizar, la esclavitud permaneció abolida (contra los planes de Napoleón) y Haití dejó de ser una colonia francesa. Una consecuencia de ello fue el fortalecimiento de las tradiciones económicas (como la agricultura de subsistencia) y religiosa de origen africana – practicada por los líderes de las revueltas, una mitología que parece haber influenciado directamente la evaluación del pastor evangélico Pat Robertson.

En el texto “O épico e o trágico na historia do Haiti” (2004), una reseña del clásico Os Jacobinos Negros (Boitempo), de C.L.R. James, el historiador brasileño Jacob Gorender busca discutir por qué Haití, que a inicio del siglo XIX era la colonia más productiva de América y la primera en conquista la Independencia nacional, no tuvo “una trayectoria progresista, sino, por el contrario, se tornó el país más pobre del continente, tal vez uno de los más pobres del mundo”.

Para Gorender, la osadía de cerca de medio millón de negros y mestizos del país fue condenada por una especie de “cuarentena” después de la independencia, que el país sufrió incluso de las naciones latinoamericanas recién emancipadas.

Cuando exiliado, Simón Bolívar encontró abrigo en Haití” donde recibió protección, ayuda financiera, dinero, armas y hasta una prensa tipográfica, escribió Gorender. “Sin embargo, Simón Bolívar excluyó a Haití de los países latinoamericanos invitados a la Conferencia de Panamá, en 1826. El aislamiento internacional acentuó el atraso y agravó las dificultades históricas, después de una de las más heroicas luchas emancipadoras del hemisferio occidental”.

Desde el punto de vista político, para Gorender, “Toussaint no consiguió percibir que, desde la Convención de 1789, al consulado bonapartista, a la Revolución Francesa se había torcido a la derecha, cambiando las características del régimen político en el país, como también apartándose de la posición inicial en relación a la esclavitud en las colonias”.

Cuando los esclavos se vieron definitivamente libres del trabajo compulsorio en las plantaciones de caña y en los ingenios de azúcar, Haití salió del mercado mundial del azúcar. “De ser la colonia más productiva de las Américas pasó a ser un país pauperizado y fuera de un intercambio favorable en la economía internacional”, evalúa Gorender.


 

Edición: Opera Mundi