El racismo estructural continua siendo una de las marcas más perversas de las desigualdades sociales en Brasil. Según Amnistía Internacional, de los 56 homicidios que ocurren por año en el país, números típicos de una guerra, más de la mitad son entre los jóvenes y, de ese total, 77% son negro.
Si por un lado este sector de la población está en el cima de las victimas de violencia, por otro, ella ocupan el peor lugar en términos de distribución de los ingresos. Si consideramos la faja más pobre de la población brasileña, aquella que gana máximo R$ 130 [USD 38] por persona en una familia, los negros son mayoría, un total de 76%, según los datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), del 2014. Según estos datos, los blancos representan menos del 23% de la población más pobre y del 79% de los más ricos.
En la política, el cuadro no es muy diferente, apenas el 3% de los candidatos electos en el 2014 para cargos de diputados, senadores y gobernadores, se auto-declararon negros. Ningún gobernados del país es negro, aunque sea la población mayoritaria.
Esa disparidad, comenzó a ser cambiada de forma significativa en relación al acceso a la enseñanza superior, gracias a las políticas de cuotas raciales y sociales aplicadas principalmente durante los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT). A casi cuatro años después de la aportación de la ley que instituyó las cuotas raciales en las universidades públicas federales, la medida afirmativa garantizó más de 150 mil vacantes para estudiantes negros, según las estimativas de la Secretaria de Políticas para la Promoción de la Igualdad Racial, órgano actualmente subordinado al Ministerio de Justicia, en el gobierno Temer.
Para tener una idea de que significa, de acuerdo con datos del Ministerio de Educación (MEC), el año 1997, el porcentaje de jóvenes negros, entre 18 y 24 años, que cursaron o habían concluido la enseñanza superior era de apenas el 1,8%; el porcentaje de pardos, un poco más: 2,2%. En el 2014, después de que decenas de instituciones públicas de enseñanza adoptaron el sistema de cuotas, el número de jóvenes negros en las universidades saltó para 8,8%, mientras el de los pardos llegó al 11%. Entre la población blanca, ese número es aún bastante superior, con el 31% teniendo acceso a al universidad.
Gobierno de blancos
Los resultados importantes en la política de acceso a la enseñanza superior y a las demás políticas de promoción de la igualdad racial, comenzaron a perder fuerza con la llegada de Michel Temer al gobierno, tras el impeachment de la presidenta electa, Dilma Rousseff, en abril de este año. La fase más visible de ese retroceso fue la nominación del equipo ministerial, compuesta por hombres, todos blancos, y sin presencia de mujeres y negros en el equipo ministerial. La repercusión fue tan negativa que la propia Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), vinculada a la Organización de los Estados Americanos, emitió una nota manifestando su preocupación. La ausencia especifica de mujeres en el equipo gubernamental sólo había tenia lugar durante la dictadura militar, recordó el CIDH.
Además, Temer también extinguió el Ministerio de las Mujeres, Igualdad Racial y Derechos Humanos y subordinó a esos sectores al Ministerio de Justicia, lo que generó fuerte respuesta de los movimientos sociales. “La subordinación al Ministerio de Justicia, hace con que esas áreas pierdan fuerza”, evaluó en la época Djamila Ribeiro, investigadora de Filosofía Política y feminista.
Otra preocupación es con la conducción de esa política en manos del ministro de Justicia, Alexandre de Moraes, del PSDB, que ya fue secretario de Seguridad Pública del estado de São Paulo. Durante su gestión en el gobierno paulista, el número de jóvenes asesinados por la policía, en la mayoría negros, subió el 61%. “Nosotros sabemos cual será la perspectiva desde la cual se abordará la cuestión [racial]; una mirada que reduce nuestros derechos y criminaliza a los movimientos”, apuntó Djamila.
“No tenga dudas que la gran meta es desconstruir las políticas que fortalecen a esos grupos, llamado de minorías, pero que en realidad son las mayorias”, evalúa Douglas Belchior, profesor y uno de los fundadores del Movimiento Uneafro Brasil.
Edición: ---