La vida de Gilvanete Costa, de 28 años, del estado de Piauí al nordeste del país, que hoy vive en Luziânia, ciudad del entorno de Brasilia, fue influenciada por los programas sociales creados por el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva (Partido de los Trabajadores). Su madre, doña Dejanira Santos Costa, que trabajaba en la agricultura, fue beneficiaria del programa Bolsa Familia [transferencias monetarias para hogares muy pobres] en el pequeño municipio de Manoel Emídio (PI), a 450 km de distancia de Teresina, capital del Estado.
Con el beneficio, crió a Gilvanete y a sus cuatro hermanos; con el arroz y frijol garantizados, pudo dedicar sus esfuerzos a la educación de los hijos.
"Recuerdo que hubo días que ella dejaba de comprar alimentos para comprar material escolar. Aunque no hubiese tenido en su época acceso a la educación, dona Dejanira sabia que el estudio es una de las puertas para cambiar la realidad social de las personas", cuenta Gilvanete.
Años después, en 2013, la madre de Gilvanete fue uno de los principales apoyos para que ella intente acceder a la educación superior por medio del Fondo de Financiamiento Estudiantil, el FIES. "En la época fue muy, muy fácil, creo que estábamos en otros tiempos. No estaba como hoy, la cuestión política estaba más controlada y nuestros derechos estaban garantizados. Fue una oportunidad que tuve, que jamás conseguiría costear eso, pagar", recuerda.
Fue por medio del programa de becas que ella consiguió graduarse en periodismo por la Pontificia Universidad Católica (PUC) de Brasilia a fines del año pasado. La periodista cree ser un ejemplo de la necesidad de los programas sociales. "Son programas que vinieron realmente a darnos más dignidad a nosotros que no tenemos acceso a lo mínimo", resalta Gilvanete.
La mayor victoria para ella es la casa conquistada por medio del Programa Mi Casa Mi Vida, en 2014. El programa cambió la realidad social de la periodista. "Gracias a ese programa yo conseguí realizar el sueño de la casa propia y tener mi rinconcito. Sin los incentivos del gobierno yo jamás lo conseguiría", cuenta.
Como Gilvanete, la vida de muchos brasileños fue y es transformada por los programas sociales. Sin embargo, todos los proyectos citados por la periodista hoy están siendo desmantelados por el gobierno golpista.
Menos viviendas
El Mi Casa Mi Vida, por ejemplo, pasó de un presupuesto de US$ 6,27 mil millones en 2015 a US$ 2,23 mil millones en 2016. Estaban previstos apenas US$ 983 millones en 2017, y se proyecta una inversión de US$ 320 millones este año, o sea, una caída brusca de 94,9% con relación al valor de 2015. No son solo los recortes impulsados por Michel Temer (Partido Movimiento Democrático Brasileño) que influencian el acceso al programa. Las reglas también están sufriendo cambios.
El Programa Mi Casa Mi Vida fue implementado en 2009, y desde entonces ya ha cerrado contratos para 4 millones de unidades habitacionales, con una inversión total de más de US$ 72 mil millones, de acuerdo con el Ministerio de Ciudades. El número de inmuebles ya entregados es de 2,3 millones.
En el campo, el cambio de las reglas de acceso al Mi Casa Mi Vida Rural ha quitado efectividad al programa social para los agricultores.
Sonia Maria da Costa, de la ciudad Francisco Santos, también de Piauí, cuenta que fueron muchas noches durmiendo en el piso hasta que salió su casa en 2012. Ella, que también forma parte de la coordinación del Movimiento de Pequeños Agricultores (MPA), denuncia que la nueva modalidad en vigor después del golpe está perjudicando el acceso de las familias.
"Prácticamente ellas nunca serán beneficiadas porque ahora el padre ya no puede donar tierra al hijo, porque antes era hasta tercer grado, el abuelo podría donar a la nieta, el suegro a la nuera o yerno, y ahora no. Si usted no tiene la tierra a su nombre, usted no consigue acceder al programa", lamenta.
Menos educación superior
Los cambios también llegaron al Programa Universidad para Todos (PROUNI), lanzado en 2004. Eduardo Mauro de Carvalho, psicólogo, fue uno de los beneficiarios de las becas parciales. Después de cuatro años intentando pasar el examen de ingreso en una universidad pública, el ingresó en la Universidad Bandeirantes en 2005, graduándose en 2010. Hoy, profesional vinculado al Sistema Único de Salud (SUS), confirma el peso positivo del PROUNI en su formación.
"Fue gracias al PROUNI que yo tuve la oportunidad de ingresar a la educación superior y tener el desarrollo que tengo hoy. En esa época, Eduardo acertó 97% de la prueba del Examen Nacional de Enseñanza Media (ENEM), quedó en tercer lugar y consiguió [una carrera con] una mensualidad de US$ 53 (200 reales) que podía pagar", cuenta.
Más recientemente, en 2015, la joven Deborah Monteiro pasó el proceso de selección e inició el curso de Letras en la Pontificia Universidad Católica de São Paulo. "El PROUNI acabó beneficiando mucho a las personas que como yo, no tendrían la menor posibilidad de entrar, de acceder a una universidad y de hecho continuar en esa universidad. Las personas ni rendían [el examen de ingreso]. Entonces usted tenía todo un imaginario de que aquello no era para nosotros de la periferia".
Hoy, la profesora de la red pública recuerda como fue la primera de su familia en graduarse, gracias al PROUNI. Después de una vida escolar en la red pública, la chica negra de la periferia se inscribió sin mucha convicción en la real posibilidad de ingresar a la universidad con el curso 100% pagado. Débora cuenta que siempre tuvo en mente que el programa es fruto de la lucha de la clase trabajadora y lamenta los recortes sufridos hoy.
En 2015, a pesar del aumento en el número total de becas del PROUNI, hubo una caída en el número de becas completas (para estudiantes con ingresos de hasta 1,5 salarios mínimos, US$ 380), aunque haya habido expansión en el número de becas parciales (para estudiantes con ingresos de hasta 3 salarios mínimos: US$ 762).
En 2016, con Temer, hubo un recorte de 80 mil becas completas ofrecidas por el programa en el intento de disminuir los gastos públicos. El PROUNI ya atendió, desde su creación hasta el proceso selectivo del segundo semestre de 2016, más de 1,9 millones de estudiantes, siendo 70% de ellos con becas completas.
El recorte en las becas completas y la crisis financiera hizo que el número de estudiantes que abandona la graduación suba. Según datos de la Encuesta Nacional por Muestra de Hogares Continua (PNAD por sus siglas en portugués), del IBGE, más de 170 mil brasileños, con edades de 19 a 25 años, abandonaron los estudios en 2017.
Entre 2013 y 2016, la media de deserción de alumnos era de 5% al año. En 2017, ese número pasó a 7,38%. Este aumento puede ser justificado por el aumento del desempleo y la reducción de la oferta de financiamiento estudiantil ya que hubo también reducción en el FIES. Con la salida de Dilma Rousseff (PT) y la entrada de Michel Temer a la presidencia, el programa sufrió una nueva reducción de cupos en el segundo semestre de 2016 y en 2017.
El gobierno Temer parece no tener convicción o criterio para los recortes que hace. En febrero de 2017, el entonces ministro de Educación, Mendonça Filho, anunció reducción de 29% nos inversiones FIES. El techo global de financiamiento por curso pasó de US$ 11.183 ( 42 mil reales) a US$ 7.988 (30 mil reales) por semestre. Ahora, en 2018, después de sufrir presión por parte de los sectores de educación privados, el MEC volvió atrás, colocando nuevamente el costo en US$ 11.183.
Edición: Diego Sartorato | Traducción: Pilar Troya