“A la mujer negra le reservan el lugar más bajo. El lugar de la marginalización. El lugar del irrespeto a su capacidad profesional”. Este es el análisis de la intelectual negra Léia Gonzalez en entrevista concedida a Mali Garcia para el documental “Las Divas Negras del Cine Brasileño”, de 1989.
30 años después, el análisis de la filósofa sigue actual. El informe Desigualdades Sociales por Color o Raza en Brasil, divulgado este mes por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE), refleja estos obstáculos y señala los privilegios de los hombres blancos en relación a los demás grupos sociales.
El informe señala una distancia más grande entre los ingresos de los hombres blancos en comparación con los ingresos de mujeres negras o mestizas, que ganan un 44,4% menos”
RAZA. GÉNERO Y CLASE
Historiadora, antropóloga y docente, Lélia Gonzalez observó no solo los aspectos de clases para pensar la estructura de la sociedad y la complejidad de las desigualdades sociales, pero también pensaba las dimensiones del sexo, raza y el legado colonial como estructurantes.
“La mujer negra es el centro de las desigualdades sociales y sexuales existentes en la sociedad. Ella concentra esos dos tipos de desigualdad, sin olvidar las desigualdades de clases y la desigualdad social”, afirmó en la entrevista.
Los aspectos señalados por González actúan como barreras sociales. El informe divulgado por el IBGE señala que en el segundo grupo con más privilegios económicos están las mujeres blancas, cuyos ingresos están por encima de los hombres negros o mestizos que, por su vez, ganan más que las mujeres negras o mestizas.
Pese a los avances conquistados a través de la lucha y resistencia del pueblo negro en Brasil, la desigualdad salarial entre blancos y negros persiste y se reactualiza. El informe del IBGE explicita esa diferencia por factores como: segregación ocupaciones, menores oportunidades educacionales y remuneración inferior en ocupaciones semejantes.
DE LA CASA GRANDE AL TRABAJO DOMÉSTICO
Flávia Rios, coautora de la biografía Lélia Gonzalez -- colección Retratos de un Brasil Negro, cuenta que la investigadora forma parte de una tradición negra que existe en el país desde la pos-abolición. La corriente de pensamiento cuestiona el modo violento y excluyente de la transición de la esclavitud a la mano de obra libre.
“Ella presenta la dimensión de las mujeres que viven en las casas grandes, de las mujeres trabajadoras, de las mujeres negras como esclavas, pero también como trabajadoras domésticas que tuvieron un papel fundamental en la construcción de la cultura nacional brasileña”, dice.
La biógrafa afirma que la historiadora sacó del anonimato y visibilizó mujeres que fueron relegadas a papeles subalternos, invisibles. “Ella plantea la lucha contra el racismo a través de figuras invisibilizadas en la estructura social, en la cultura brasileña”.
RADICALIZACIÓN DEL FEMINISMO
Flávia señala que una importante contribución de la obra de Gonzalez es su crítica al feminismo de las mujeres blancas de clase media. Este cuestionamiento se dio por ese grupo pensar las libertades de las mujeres a través de una mirada que no plantean las reales condiciones de las mujeres negras. Pero asevera que “es muy importante decir que ella era feminista”.
“Mientras las mujeres blancas buscaban acceder al mercado laboral, las mujeres negras trabajaban desde la esclavitud. Trabajaban como empleada doméstica, con trabajos serviles, servicios urbanos...Bueno, otra realidad”, cuenta.
Si por un lado las mujeres blancas cuestionaban la debilidad atribuida a las mujeres, por otro, las mujeres negras habían sido brutalizadas, sea en el mercado [laboral]. Rios señala que Lélia Gonzalez fue una de las precursoras al exponer esas contradicciones y radicalizar el feminismo.
“En Brasil el trabajo doméstico es estructurante de las relaciones sociales económicas. Muchas mujeres blancas buscaban una liberación social, de género...Esa presunta libertad ha llegado a expensas de una otra mujer, una mujer negra, que trabaja en su casa”, afirma.
Muchas de las contradicciones del feminismo liberal, principal el eurocéntrico, fueron discutidas por Gonzalez. En su libro Lugar de Negro ella denuncia las incoherencias de este discurso:
“Analizamos también la situación de la mujer negra como empleada doméstica en el escenario de la reproducción del racismo (inclusive por parte de muchas militantes blancas del movimiento de mujeres)”.
El coautor de la biografía Alex Ratts señala la importancia del debate que relaciona raza, clase y género planteado por Gonzalez. “Cuando presenta un texto sobre la mujer villera, que tiene que buscar agua, que tiene que trabajar mientras su hijo sufre violencia policial, mientras su marido está en la cárcel, está diciendo que en todas las familias negras hau cuestiones de género y raza”.
Ratts hace mención a un fragmento del artículo Nega Ativa [Negra activa], publicado en el libro Voces insurgentes de mujeres negras, organizado por la Fundación Rosa Luxemburgo.
“Esta era la perspectiva de Lélia. Una perspectiva que vincula raza con género y clase. E incluso los hombres que en aquel periodo no se interesaban por la idea de feminismo, podían percibir que esas cuestiones estaban vinculadas”, analiza.
NEGACIÓN DEL RACISMO
Jurema Batista, especialista en políticas públicas, ex concejala y ex diputada, conoció a Lelia Gonzalez en los años 80. Ella destaca que la militante del movimiento negro denunciaba severamente el racismo.
“Cuando la conocí me sorprendió porque no tenía esa perspectiva sobre el racismo en Brasil. Creía en la llamada democracia racial. Y a través de la relación con Lelia eso se desmanteló”, dice.
“La democracia racial era una idea muy difundida en 1970 y 1980. Se decía que Brasil era un país multirracial, que nuestra cultura era una mezcla y por ser una mezcla, se respetaba a todos...Pero eso era un mito. El mito de la democracia racial que decía ‘somos un país democrático, negros y blancos tienen los mismos derechos”, explica.
El mito de la democracia racial fue una de las bases de definición de la identidad nacional en el periodo. El concepto fue duramente criticado y combatido por el movimiento negro.
“En la militancia, descubrimos que se trataba de una mentira. Nos decían así: ‘el negro no puede acceder los puestos de trabajo porque no son instruidos’. Entonces los negros empezaron a titularse, a estudiar en las universidades y aún así no fueron bien recibidos en el mercado laboral”, cuenta Jurema. Según ella, “hay una especie de código de honor entre blancos para emplear a los suyos”.
“La práctica del racismo es algo muy montado y se asignaba a los negros la responsabilidad de su propia miseria, de la falta de oportunidades. Esta es una herencia esclavista de un país que determina las posiciones de las personas”, explica.
Lélia Gonzalez identificó que este mito se manifestaba a través de la negación del racismo, lo que ocurría en la medida en que los brasileños rechazaban su existencia mientras el racismo produce privilegios para los blancos de todas las clases sociales.
En su libro Lugar de Negro, la filósofa señala que “esos mecanismos abarcan un amplio escenario de racionalización, desde un efectivo racismo inverso (...) hasta actitudes democráticas que rechazan la cuestión racial y la diluyen mecánicamente en la lucha de clases (y ahí se encuentran determinadas posiciones de la izquierda que reproducen el mito de la democracia racial, creado por el liberalismo paternalista que dicen combater)”.
“Hoy no se puede más sostener posiciones culturales, intelectuales, apartadas de la realidad de las masas negras. Contrario o a favor, no se puede ignorar esta cuestión concreta planteada por el Movimiento Negro Unificado (MNU): la articulación entre raza y clase”, concluye.
LÉLIA GONZALEZ
Nacida en Belo Horizonte, en 1935, en una familia con pocos recursos económicos, Lélia Gonzalez fue la penúltima hija de una familia de dieciocho hermanos, con una madre indígena y un padre negro ferroviario.
Graduada en Historia y Filosofía con posgrado en Comunicación y Antropología, fue una de las fundadoras del Movimiento Negro Unificado y del Colectivo de Mujeres Negras N’Zinga.
Escribió el libro Festas populares no Brasil, premiado en la Feria del Libro de Fráncfort, Lugar de negro, en coautoría con Carlos Hasenbalg, dos tesis de posgrado además de publicar diversos artículos en periódicos científicos y obras colectivas. Falleció en en 10 de julio de 1994 víctima de enfermedades cardíacas.
Edición: Julia Chequer | Traducción: Luiza Mançano