En el mundo, una de cada tres mujeres ya fue víctima de violencia, según la Organización Mundial de la Salud. Los casos de violencia contra la mujer, desde agresión a feminicidio aumentaron vertiginosamente en Brasil en los últimos diez años.
Solamente entre junio y octubre de este año, se contabilizaron 518 crímenes monitoreados por la Red de Observatorios de Seguridad, en cinco estados brasileños – Bahia, Ceará, Pernambuco, Rio de Janeiro y São Paulo. Apenas en el estado paulista, región que registró los datos más exorbitantes, los investigadores señalaron 169 casos de violencia, de los cuales 60 fueron feminicidios.
De acuerdo con el Atlas de la Violencia de 2019, 4.936 mujeres fueron asesinadas en 2017, el mayor número registrado desde el inicio de la serie histórica, en 2007. Con relación al primer año de la investigación, se constató un aumento de 30,7%.
El aumento reciente, de acuerdo con Sonia Coelho, integrante del Instituto Sempreviva Organización Feminista y de la Marcha Mundial de las Mujeres, afirmó, en entrevista con Brasil de Fato, se debe al momento político del país – de recrudecimiento del conservadurismo y de la tolerancia frente a la violencia contra la mujer.
Este lunes (25), Día Latinoamericano y Caribeño de Combate a la Violencia contra la Mujer, Sonia Coelho habló con el reportaje sobre el asunto.
Brasil de Fato: ¿El aumento de casos de violencia contra la mujer retrata, de hecho, la realidad?
Sonia Coelho: Creo que, durante el momento actual, de extremo conservadurismo, existe un aumento de la violencia. Estamos en un gobierno que el mismo es la expresión de la violencia, así como su representante. Un tiempo en que todo se actúa con violencia, como liberalizar la tenencia de armas y afines. Eso contribuye con la violencia, además del desmonte de políticas públicas.
¿La situación económica del país, de crisis, también influencia en la dimensión de estos datos?
Si, cuando se vive en una situación de crisis y de tremendo desempleo, eso se junta al desmantelamiento de políticas públicas para las mujeres, como políticas de atención, campañas, entre otras.
Todo eso forma un caldo de la violencia contra la mujer: es la intensificación del patriarcado, el desmonte de políticas, la tolerancia con la violencia.
Hemos visto en los noticieros muchos reportajes sobre casos, por ejemplo, de feminicidio. En ese contexto, surge el cuestionamiento si la cobertura se debe a la Ley del Feminicidio, al aumento de investigaciones sobre el asunto y afines. O, si de hecho, aumentó realmente.
Creo que ha aumentado realmente porque hay una condición en la sociedad favorable a eso. Alcoholismo, desempleo y uso de drogas no son la causa de la violencia, de ninguna manera. Pero cuando hay una situación de agravamiento de la crisis social y de gran desempleo – que toca más a las mujeres, pero afecta también a los hombres – hay una tendencia a intensificar la violencia. Son factores que contribuyen a una mayor violencia contra las mujeres.
Las mujeres negras son las más impactadas por esta coyuntura. Mientras que la violencia contra las mujeres blancas disminuye, la violencia contra las mujeres negras aumenta. ¿Eso también tiene ver con este contexto?
Creo que tiene que ver con este contexto de mayor pobreza, menos acceso a la Justicia y a los servicios que previenen la violencia. Las mujeres negras son justamente las mujeres más empobrecidas, con menor capacidad de conseguir empleo, con más dependencia económica y con menos capacidad de tener apoyo de las políticas públicas.
Usted se refirió al punto de la Justicia. ¿Cuál es el papel del Estado en el combate a la violencia contra la mujer? Y frente a ese papel, ¿qué se ha hecho en realidad?
El Estado tiene un papel crucial en el combate a la violencia contra la mujer, ofreciendo políticas públicas. Y estoy hablando de buenas políticas de educación, que contribuyan a la autonomía económica de las mujeres. Y ahí estoy hablando también de políticas de apoyo y de acogimiento a las mujeres víctimas de violencia y de políticas de prevención de la violencia.
Lo que vivimos en este momento, sin embargo, es un desmantelamiento. Por ejemplo, el 13 de noviembre de este año, el presidente Jair Bolsonaro publicó un decreto que quita la responsabilidad del Estado con la manutención de la Casas de la Mujer Brasileña, que ya están funcionando en cerca de seis estados.
Son instalaciones grandes e importantes, donde hay toda una atención integral en el mismo lugar. Y el mismo gobierno federal que apoyaba, hacia el aporte para la manutención de estas casas, también dejó de responsabilizarse de la misma forma con políticas de atención a las mujeres del campo y en áreas de frontera.
¿Es un mensaje para la sociedad?
Cuando el gobierno federal tiene una política austera y trata el asunto con irrespeto, existe un efecto casi que dominó. Lo poco que los municipios y estados invierten deja de ser invertido, se van acabando con los organismos de políticas para las mujeres.
Si miramos, durante el período en que existía el Ministerio de la Mujer, había el Pacto Nacional de Enfrentamiento a la Violencia Contra las Mujeres. El acuerdo hacia un acuerdo, interpelaba a todos los estados para la creación de políticas públicas, transfería recursos y reclamaba las inversiones.
Lo mismo sucedía con los municipios, que tenían organismos de política para las mujeres. Todo eso incentiva a estados y municipios a estar atentos a la situación. En la medida en que no hay eso, también dejan de promover esas políticas.
Estamos viviendo en un momento de extrema gravedad, donde el Estado deja de responsabilizarse por hacer políticas de atención a las mujeres víctimas de violencia.
Ante este escenario de abandono por parte del Estado, ¿cuál debe ser el carácter de la organización de las mujeres?
Trabajamos en la cuestión de la violencia contra la mujer el año entero porque para nosotros una de las cosas fundamentales en el combate es la auto organización de las mujeres.
No sirve tener leyes maravillosas, y nuestras leyes aquí son, si no hubiera mujeres organizadas para reclamar por las políticas públicas del Estado.
¿Y específicamente sobre el día de hoy?
Ese día fue definido en un encuentro feminista en Colombia, en 1981, recordando a las hermanas Patria, Minerva y María Mercedes Mirabal, que eran militantes políticas en la época de la dictadura dominicana y que fueron brutalmente asesinadas. Ahí quedó ese día 25 de noviembre como el Día Latinoamericano y Caribeño de Combate a la Violencia contra la Mujer.
Ese día, el movimiento feminista generalmente no hace cosas centralizadas. Las personas hacen muchos eventos en sus regiones, en los barrios. En São Paulo, tendremos un acto en el MASP. Pero hay mucha gente que acaba haciendo en los propios barrios.
Edición: Rodrigo Chagas