“Creo que ya está volviendo a lo normal y por eso está muy lleno, aglomerado. Nos da hasta miedo de entrar en los lugares, porque está muy lleno”, relata la costurera, Altirene Fonseca Barbosa, de 37 años, sobre como ha sentido actualmente la rutina de la ciudad de São Paulo, durante la pandemia del nuevo coronavirus.
El municipio de São Paulo es el más populoso de Brasil, con 12,1 millones de habitantes, y también lidera el ranking nacional de la covid-19, con más de 628 mil casos confirmados y 25 mil muertes.
También morador de la ciudad, el joven mecánico Paulo Aparecido do Nascimento Dias, de 19 años, tiene la misma sensación de que la población cree que la pandemia está acabando. El cree que las personas “están tomando como broma” la enfermedad. “Ya me invitaron a varias fiestas. Hace unos dos meses que están rodando las invitaciones y el personal está haciendo parrilladas, hacen un grupo en Whatsapp, invitan”, cuenta.
Wellington Silva, 46 años, es vendedor ambulante y tiene certeza de que las cosas están “volviendo a lo normal”. El volvió a trabajar hace una semana vendiendo agua de coco en las calles de la capital paulista, después de la liberación del municipio, y afirma que las tiendas del shopping al lado también van a volver al horario comercial. “El gerente vino a tomar un coco aquí y dijo que llevaron un protocolo al alcalde, que va a volver a lo normal a partir de la semana que viene. Va a volver igual a lo que era antes, de las 10h a las 22h”, recuerda.
En las últimas semanas, relatos como esos de vuelta a la “normalidad” demuestran la sensación de que los brasileños parecen tratar la pandemia como si estuviera terminando o “desapareciendo”. Pero no es verdad. El último fin de semana, el país sobrepasó las 100 mil muertes y 3 millones de casos confirmados. Y los números no paran de subir.
Una de las explicaciones posibles sería un factor común durante un largo período de tragedia, como guerras o conflictos, de “acostumbrarse” a una cotidianidad dramática y con muchas víctimas para soportar la realidad. Pero la médica, psicoanalista y directora de la Asociación Brasileña de Salud Colectiva (ABRASCO), Rosana Onocko, señala que el país está viviendo lo que ella define como “burbuja de negación”.
Uno de los factores citados por la especialista es la normalización de la pandemia por la “irresponsable y genocida actitud del gobierno federal”, como caracteriza. “Somos uno de los países con mayor número de muertos en el mundo, en el cual el gobierno federal no habla de ello y permanece intentando insistir en que tenemos que ver el número de los recuperados.”
No en vano, la última frase de Jair Bolsonaro sobre la covid-19 intentó, como desde el inicio de la pandemia, disminuir la gravedad del número de muertos por el virus. “Vamos a llegar a 100 mil, pero vamos a continuar con la vida y zafarnos de ese problema”, dijo el presidente en redes sociales.
La flexibilización de la cuarentena en un momento en que la transmisión de la enfermedad está en alza, principalmente en el centro-sur de Brasil, también da una falsa idea de que la situación está bajo control.
“Los mensajes de los estados y de los municipios han sido muy laxos, muy contradictorios. Entonces abre un día y cierra el otro. La resistencia de nuestros gobernantes a colocar límites y las exigencias económicas acabaron siendo un tiro en el pie, porque la epidemia aquí se prolonga más de lo que sucedió en otros lugares del mundo que tomaron la decisión rígida y dramática. La cobertura social para que las personas pudieran quedarse en casa tampoco llegó”, argumenta.
Ante este contexto de “normalización” por parte de los gobernantes y de la dificultad de las personas para lidiar con la frustración que los cuidados para evitar el contagio exigen, es que aparece la “salida mágica” de que “a mí no me va a pasar nada”, analiza la especialista.
¿Cuándo va a acabar la pandemia?
El profesor Roberto Kraenkel, del Instituto de Física Teórica de la UNESP, destaca que no hay como decir que la epidemia está controlada en Brasil. “Lo que sabemos, en términos de Brasil, incluso en el panel del gobierno en que cada semana aumenta el número de casos, es que no está todo bien”, puntualiza el también miembro del Observatorio Covid-19, que reúne investigadores, científicos e intelectuales de varias universidades para analizar el virus en el país.
Kraenkel alerta que, incluso en los estados en que no hay crecimiento exponencial de los casos, en que se banaliza la información de que la enfermedad está “controlada”, el nivel es preocupante.
“Para que ese nivel sea bueno, usted no puede tener, como en Brasil, 50 mil nuevos casos por día y creer que eso es bueno, o incluso en las ciudades, como São Paulo, creer que el número de casos y muertes es algo que está ok, ‘vamos a mantener’. ¡No! Tenemos que bajar primero”, señala.
Kraentel enfatiza que “los científicos también quieren que todo vuelva a lo normal”, pero que para eso son necesarias medidas más rígidas de aislamiento, pruebas y un plan de reapertura que comience por la caída de los casos, como orienta la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Mientras no se vuelva efectiva una política responsable por la pandemia en el país, la médica Rosana Onocko enfatiza que es importante dar espacio para el sufrimiento de las familias, y para que las personas no se conviertan apenas en números y que las víctimas de la covid-19 sean olvidadas.
“Es muy dramático cuando una sociedad no ve sus pérdidas, porque eso implica que no está valorizando lo que perdió. Y cada una de esas 100 mil personas que murieron en Brasil eran personas valiosas, amadas por alguien, contribuían con la sociedad de alguna forma o se estaban preparando para contribuir. Es importante marcar eso”, expresa.
Edición: Rodrigo Durão Coelho