En la década de 1970, un grupo de militantes, incentivados por el descubrimiento de la fecha de muerte de Zumbí de los Palmares, celebró por primera vez en Brasil el Día de la Conciencia Negra, el 20 de noviembre. La trayectoria del líder del quilombo de Palmares inspiró la creación de un momento que recordara la lucha contra el racismo en Brasil. Oficialmente, la fecha sólo sería colocada en el calendario del país en 2011. La demora suena casi irónica, frente a la lentitud histórica para la inclusión real de las personas afrodescendientes en Brasil.
Esta semana en BdF Explica como comenzó esa historia y su importancia hoy.
Aunque sea un personaje centenario, poco se sabe sobre la historia de Zumbí de los Palmares. Hay divergencias entre los historiadores sobre su infancia y su vida. Buena parte de lo que fue documentado expresa el punto de vista de los autores de los diversos ataques contra Palmares. Hay un hecho que parece ser consenso, no obstante. El líder discordó de intentos de acuerdo con la corona portuguesa.
Una carta rescatada por el historiador Décio Freitas en el libro República de Palmares, firmada por el rey de Portugal, intentaba negociar con el quilombo. En texto la corona decía que iba a "perdonar todos los excesos" de Zumbí a cambio de lealtad y fidelidad al reino. "Lo hago por entender que vuestra rebeldía tuvo razón en las maldades practicadas por algunos malos señores en desobediencia a mis reales órdenes", decía el Rey.
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Zumbí no aceptó el acuerdo. El hecho de que el personaje histórico se negara a negociar con los responsables directos de la esclavitud y no aceptara la lealtad a esas personas habla mucho sobre el líder. Zumbí se une directamente al espíritu de la lucha del pueblo afrodescendiente hasta la actualidad. El fin de la esclavitud en Brasil no significó inclusión en la política, en la economía ni la garantía de derechos humanos básicos.
No es exageración afirmar que los trabajos forzados de los ciudadanos africanos que fueron obligados a migrar a Brasil están en la base de la construcción del país. Entre los siglos XVI y XIX cerca de 11 millones de personas de diferentes países de África fueron traídas a las Américas de manera forzada, como esclavos. Brasil recibió seis millones de esos ciudadanos.
El trabajo de estas personas en cultivos de caña de azúcar y café, minas de oro y diamante y en el servicio doméstico sustentó las ganancias del país por siglos. Fue de la esclavitud que vinieron las ganancias de terratenientes y hacendados, los productos para exportación, la crianza y educación de los hijos de la élite blanca. La economía brasileña creció completamente dependiente del crimen de la esclavitud.
Aún así, más de 100 años después del fin de la esclavitud, la marginación del pueblo afrodescendiente es parte de la realidad. El racismo es una marca colonial persistente. En este contexto, Palmares es visto como símbolo de la posibilidad real de una comunidad con economía propia y vida independiente del pensamiento y del poder colonizador.
En Brasil hoy, los índices de desempleo, violencia, pobreza, poco acceso a la educación, entre muchos otros problemas estructurales aún afectan más a la población afrodescendiente. No es posible negar la conexión de esas realidades y el hecho de que, por siglos, los pueblos africanos fueron vistos como herramienta para trabajos forzados. Corregir el racismo exige una revisión histórica y social.
Edición: Rogério Jordão