Todavía sabemos poco sobre el nuevo coronavirus, pero sabemos mucho sobre las pandemias –especialmente que son más crueles y costosas para las comunidades de bajo poder adquisitivo–. Si bien este diagnóstico es universal, la desigualdad en los Estados Unidos se hizo más pronunciada durante la crisis de la COVID-19.
"Parece ser una costumbre estadounidense generalizada estructurar el acceso a la salud en regiones donde la gente puede pagar por ella, no donde la gente más la necesita", dijo a Brasil de Fato la Dra. Arrianna M. Planey, profesora de políticas públicas y administración de la salud en la Universidad de Carolina del Norte.
El resultado de esta disparidad es lo que vemos: las comunidades negras, latinas e indígenas se vieron afectadas de manera desproporcionada por el virus, como lo muestra una investigación del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés). "Los datos sobre raza y etnia muestran que el porcentaje de latinos, negros no hispanos e indígenas estadounidenses que murieron de COVID-19 es mayor que el porcentaje de estos grupos raciales y étnicos entre la población total de los Estados Unidos", escribió el organismo en su sitio web, en diciembre de 2020.
Quien piense, sin embargo, que existe algún factor biológico vinculado a este escenario, se equivoca. "No hay nada genético que justifique esta realidad. El tono de piel de una persona no significa que sea más o menos propensa a contraer el coronavirus, todo es consecuencia de nuestro arreglo social”, dijo la Dra. Mary Travis Bassett, directora del Centro de Derechos Humanos y Salud de la Universidad de Harvard.
:: Tres de cada cuatro brasileños perdieron a alguien por la COVID-19 ::
Comparte su punto de vista la Dra. Chan Renuka Tipirneni, profesora de la Universidad de Michigan. Ella señala que las tasas de salud y mortalidad están compuestas por una combinación de factores y no solo por el acceso a la prevención y el tratamiento. "La pandemia comienza en lo que la gente llama los 'determinantes sociales de la salud', a menudo descritos como el lugar donde naciste, creciste, asististe y trabajaste", explicó.
Pero nada de esto es un fenómeno moderno. Si investigamos los rastros de otras pandemias, veremos que se repite el mismo patrón: las comunidades vulnerables pagan el precio más alto por la crisis. “En 1918, en la pandemia de influenza (H1N1), vimos la misma disparidad, con el virus propagándose del noreste al oeste y castigando principalmente a los más pobres. Esto no es algo que comenzó en esta pandemia; es un problema que existe antes de la COVID-19", dijo al equipo de reportaje Antonio J. Trujillo, profesor de la Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health.
Mientras el debate público sea ineficaz, la desigualdad seguirá afectando a millones de estadounidenses. "En los Estados Unidos, entre el 40% y el 60% de la fuerza laboral se ha clasificado como esencial. Es decir, mucha gente tenía la bendición del gobierno para seguir trabajando y, si querían ganar dinero, tenían que hacerlo", recordó el Dr. Bassett.
:: Estados Unidos registró casi 150 tiroteos en 2021, un promedio de más de uno por día ::
La consecuencia de esto fue que más de 90 mil personas en líneas de producción de empresas de alimentos resultaron contaminadas. "Es realmente terrible lo que se ha visto en las industrias alimentarias y los almacenes de Amazon. Lo que me parece es que el liderazgo de estas empresas no sufrió ningún tipo de sanción por no cuidar a sus empleados", concluyó Bassett.
Esenciales para el gobierno, pero descartables para la sociedad, los trabajadores rurales y manuales siguen siendo víctimas de las disparidades al tener menos acceso a las campañas de vacunación.
Es menos probable que las personas negras e hispanas en los Estados Unidos tengan un acceso a internet lo suficientemente confiable como para concertar citas médicas en línea; un horario de trabajo suficientemente flexible para aprovechar los turnos disponibles; y un acceso a transporte confiable a los sitios de vacunación, entre otros factores.
Por estas y otras razones, la Dra. Arrianna Planey insiste en que rehagamos los cálculos de la pandemia. "Utilizar la capacidad del sistema sanitario como determinante es una forma de abstraerse de los daños de la COVID-19 en las personas, las comunidades y la población. Esto está ligado a objetivos métricos y es mucho menos ambicioso en el precio humano que esta pandemia nos ha exigido."
Edición: Vinícius Segalla