Estamos en vísperas del final de otra Olimpíada, y pudimos ver que el izamiento de banderas, el maratón de ideologías y la gimnasia de nacionalismo también fueron parte del megaevento deportivo. Durante los juegos, pudimos notar que la política de la medalla de oro permanece invicta y que el deporte sigue siendo una poderosa herramienta de propaganda estatal.
"Me parece irónico que el Comité Olímpico Internacional (COI) continúe presentándose como una organización apolítica, porque el advenimiento de los Juegos Olímpicos modernos fue político", dice Gerald Gems, profesor emérito de North Central College. "La primera edición de la competencia, en 1896, fue organizada por países occidentales, promoviendo modalidades específicas, también occidentales. Cualquiera que quisiera participar tuvo que adaptarse a esas reglas y a ese grupo, como funciona hasta hoy. El COI todavía está controlado, básicamente, por hombres blancos occidentales", añade.
Gems recuerda que todas las ediciones de los Juegos Olímpicos han sido, por diferentes motivos, escenarios políticos, ya sea por la búsqueda de la igualdad de género, la inclusión de personas negras e indígenas o por otras disputas. La cúspide del deporte como herramienta política llegó en la edición de 1936, celebrada en la Alemania de Hitler. "Allí, el mundo vio chocar dos ideologías políticas, cuando los estadounidenses, y especialmente los atletas negros estadounidenses, derrotaron a la llamada 'superraza' de Hitler", cuenta Gems.
Una rivalidad similar tuvo lugar durante la Guerra Fría, como explica Robert Edelman, profesor de historia del deporte en la Universidad de California, en San Diego: "De un lado teníamos el capitalismo, del otro, el comunismo. Mucha gente dice que, cuando es imposible atacar a un oponente con armas, lo hacemos a través del deporte, que nos provoca este nivel de competencia".
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El intercambio de púas es una modalidad recurrente en los Juegos Olímpicos. Gerald Gems recuerda que Estados Unidos boicoteó los Juegos Olímpicos de 1980, celebrados en Moscú, debido a la invasión soviética de Afganistán; cuatro años después, fue la Unión Soviética la que boicoteó los Juegos Olímpicos, celebrados en Los Ángeles, Estados Unidos.
"Todo es parte de un gran juego político. En esta edición, esto fue evidente con Taiwán, que solo pudo participar bajo el nombre 'China Taipéi', para no disgustar a China", señala Gems.
Si bien Taiwán afirma ser un país soberano e independiente, y algunas naciones lo reconocen como tal, China afirma que la isla es parte de su territorio. La soberanía de Taiwán es un tema delicado en las relaciones internacionales
No es de extrañar, por tanto, que la máxima clasificación de los Juegos Olímpicos también sea un reflejo de lo que vemos en el escenario geopolítico. En las últimas ediciones del evento, Estados Unidos y China compitieron por el primer lugar en el medallero, y en la edición de 2016, en Río de Janeiro, los asiáticos tomaron la pole position al ganar la mayor cantidad de medallas de oro. En el recuento oficial, la medalla de oro tiene un peso mayor que las demás.
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Este año, China también aparece por delante de Estados Unidos, que decidió cambiar el criterio de su medallero para reflejar su propia victoria. El New York Times ahora adopta el número absoluto de medallas como criterio de clasificación, lo que da a los atletas estadounidenses una ventaja y coloca a la delegación estadounidense en el primer lugar de la lista.
"Está claro que no es un manifiesto deportivo. Esto se trata de la hegemonía cultural, económica y social. Estados Unidos y China saben que los Juegos Olímpicos son una de las formas en que tienen que demostrar su potencia de fuego. China lleva años desafiando a Estados Unidos, y es un hecho que deben traspasarlo económicamente en los próximos 10 años", analiza Gems.
Las decisiones individuales también son políticas, dice el profesor
Sin embargo, según Edelman, no todas las disputas políticas son tan evidentes. Mientras que otros Juegos Olímpicos estuvieron marcados por disputas entre países comunistas y capitalistas y protestas contra el racismo, la edición actual en Toquio dejó espacio para la agenda "más subjetiva" de Simone Biles. La gimnasta estadounidense, dueña de 32 medallas olímpicas y mundiales, era una de las favoritas para el podio en Tokio, pero se retiró de muchas de sus actuaciones para proteger su salud mental.
"No toda la manifestación política vista en los Juegos Olímpicos es favorable al país de origen de los deportistas, como fue el caso de Biles, que muestra la presión psicológica a la que están sometidos", dice el profesor de la Universidad de California
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Edelman, quien defiende las protestas de los atletas y entiende que los Juegos Olímpicos son y deben ser políticos, afirma que la "explotación" de los campeones por parte de los políticos es parte del juego.
"Cada líder tiene una forma de ser y un intercambio con los deportistas, tal como vimos cuando algunos ganadores se negaron, por ejemplo, a visitar la Casa Blanca de Donald Trump. Asimismo, hubo deportistas racistas que no se presentaron a la oficina de Obama. Todo esto es una gran actuación y viene cargado de simbologías”, analiza Edelman.
Edición: Thales Schmidt