Todos los días, el repartidor Adriano da Costa sale de casa antes de las nueve, toma dos autobuses hasta la avenida Paulista, corazón de la ciudad de São Paulo, y toma la bicicleta eléctrica de la aplicación iFood a última hora de la mañana.
"Empiezo las entregas entre las 11:00 y las 11:30", dice el vecino del complejo habitacional Vila Nova Jaraguá, en la región oeste de la ciudad.
iFood te permite alquilar bicicletas hasta por cuatro horas, a un costo semanal de 24 reales (aprox. 5 dólares) que permite hasta dos alquileres diarios.
"Así que la uso por cuatro horas, la devuelvo y retiro otra más tarde, a la hora de la cena, para usar por otras cuatro horas."
En el receso de la tarde, Adriano alquila las bicicletas ofrecidas por el Banco Itaú para seguir repartiendo. Estos vehículos no son eléctricos, lo que hace que la jornada sea aún más pesada.
Son en promedio diez horas de trabajo diario que, sumadas al tiempo de viaje, lo tienen todo el día fuera de casa. Cuando regresa, ya pasa de la medianoche y está agotado.
"Puedo tomarme el día cuando quiera. Puedo prender la aplicación cuando quiera. Pero termino trabajando de lunes a domingo, por necesidad. Porque tengo que pagar la pensión alimenticia de mi hijo, tengo gastos", ejemplifica.
Desde hace aproximadamente un año y medio, Adriano recibe en promedio de 2.800 reales mensuales (aproximadamente 560 dólares) de la aplicación, y paga los costos de transporte y alimentación durante todo el día.
Aunque existen decisiones divergentes, la Corte brasileña no suele reconocer una relación laboral entre repartidores y aplicaciones.
La falta de legislación específica en el país genera una inestabilidad jurídica y hace que a veces se les trate como autónomos, a veces como independientes y más raramente como trabajadores formales, según el código laboral, conocido como CLT (Consolidación de las Leyes de Trabajo)
Las dos principales quejas de Adriano se refieren al límite de kilometraje de las bicicletas y las altas tarifas que cobra la aplicación.
"En algunos casos, hay una entrega a 5 km, 7 km y debemos pedalear bajo el sol ardiente. Estas distancias deberían valer solo para las motos. Nuestro límite debería ser de 4 km", dice.
"Y, a veces, nos pagan 7 reales (cerca de 1,4 dólar) por 6 km. No vale la pena. Si uno pasa 30 minutos esperando que esté listo el pedido en el restaurante, pierde una hora para hacer una entrega".
El cuestionamiento sobre el monto pagado por entrega es el más frecuente entre los repartidores.
João Francisco* trabaja 11 horas diarias en Belo Horizonte (en Minas Gerais) y dice que no hubo ajustes proporcionales a la subida del precio de los combustibles en el país.
"Me mudé, tuve que irme a vivir a un barrio más alejado, porque no podía pagar el alquiler. Según el día, hago las cuentas y veo que pago para trabajar. No me queda nada", dice.
"En cuanto tenga la oportunidad de un trabajo con contrato formal, en cualquier área, lo tomo. Pero, hoy, si me rindo o me excluyen de la plataforma, al día siguiente estaré en la calle pidiendo ayuda", completa el repartidor, quien trabaja para tres aplicaciones diferentes y optó por no revelar su nombre para evitar represalias.
Además del desempleo, la pérdida de poder adquisitivo de los sueldos en el mercado laboral formal también hace que muchos trabajadores, aunque descontentos con las tarifas, sigan con las aplicaciones.
Adriano da Costa dice que trabajó durante 5 años y medio como operador de montacargas en el Grupo Pão de Açúcar, una de las cadenas de supermercado más grandes de Brasil, y su remuneración mensual siempre fue inferior a lo que cobra actualmente con iFood.
¿Malo para todos?
La insatisfacción de los repartidores con las condiciones ofrecidas por las plataformas ha ido creciendo en Brasil. Desde 2020, trabajadores de varias ciudades protestan por mejoras en la relación y derechos asegurados.
La manifestación más conocida fue el "Breque dos Apps" (Frenada de las Apps) en julio del año pasado, una huelga nacional con gran adhesión en São Paulo y otras capitales.
"He sido testigo de varias manifestaciones. Y hay quienes no participen sencillamente porque en ese día necesitan ganar dinero, porque tienen deudas. De modo que estas personas quieren mejoras, pero no harán huelga", analiza Adriano, que jamás participó en actos contra empresas del sector para que no lo excluyan de la plataforma.
João Francisco dice que intenta «ni acercarse» a las protestas, para que nadie lo vea como un participante y que esté en riesgo su trabajo.
Su preocupación tiene sentido. Uno de los articuladores de la huelga nacional de 2020, el repartidor Paulo Lima, conocido como Galo, fue inmediatamente expulsado de las principales aplicaciones.
Mientras que los repartidores se enfrentan a viajes agotadores para pagar las facturas, al otro lado del mostrador la situación también es incómoda.
Según la información recopilada por Brasil de Fato, las tarifas cobradas a los restaurantes por las aplicaciones alcanzan el 30% por entrega en
UberEats.
"Si pudiéramos elegir, volveríamos a como era antes, sin las aplicaciones", dice Luiz Fernando*, propietario de una pizzería en Porto Alegre, en Río Grande do Sul.
"Pero hoy una pizzería como la nuestra, que necesita un gran volumen de entregas para sobrevivir, no puede quedarse por fuera de iFood, UberEats, sino la competencia te pasa por encima".
El empresario también prefiere no identificarse para no "tener problemas" con las empresas de aplicaciones.
Luiz Fernando recuerda que su pizzería fue una de las últimas de la ciudad en rendirse a las plataformas de entrega digital.
"Llegó un momento, en medio de la pandemia, que ya no pudimos más. Veía al vecino, que siempre había tenido menos clientes, haciendo el doble de entregas que nosotros, por estar registrado en la aplicación. Y nuestro repartidor aquí, parado", explica.
Hoy, el repartidor que trabajaba exclusivamente para la pizzería de Luiz Fernando hace entregas por aplicación en la región metropolitana de Porto Alegre.
"Estas empresas terminan quedándose con buena parte del valor de la pizza, pero no hay forma de evitarlo: si no ingresas a la aplicación, no te ven, no te recuerdan. El número de pedidos por noche se reduce", cuenta el empresario.
Alternativas
Según estimaciones de la Asociación Nacional de Restaurantes, la participación promedio de la entrega a domicilio en los ingresos totales de los restaurantes saltó del 11% al 21% entre el comienzo de la pandemia y diciembre de 2020.
Paulo César da Motta es uno de los propietarios del café y restaurante Empório do Aroma, en el centro de Curitiba, en Paraná. El establecimiento abrió una semana antes del primer lockdown en la ciudad, en marzo de 2020.
"Estudiamos la viabilidad de ingresar a las aplicaciones de entrega. Pero, con las propuestas que tenían, las tarifas, y toda la inversión que tendríamos que hacer con relación al packaging, por ejemplo, entendimos que no sería ventajoso", dice.
Otro factor que hizo inviable esta elección fue que el valor de las entregas solo ingresaba a la cuenta de los propietarios después de 30 días.
Hoy, Empório do Aroma es uno de los pocos cafés de la región que sobrevive sin estar registrado en las aplicaciones.
"Haciendo los cálculos con los precios que cobran y el porcentaje que deberíamos pagarle a la aplicación, vimos que no valía la pena", dice.
Al conversar con otros empresarios del rubro, Paulo César entendió que ingresar a la aplicación generaría un aumento brusco de clientes, pero no habría beneficios en el largo plazo.
"Lo que nos han dicho es que empezar en la aplicación siempre genera un boom de ventas, lo cual es una ilusión. Estás bien posicionado, piensa que será permanente y haces un mayor stock de compras. Pero luego entran a la aplicación nuevos emprendimientos y el tuyo queda oculto", afirma el empresario.
Otro motivo para no optar por las plataformas es la creciente precarización del trabajo de los repartidores.
"Todo trabajo merece una remuneración digna. Cuando vimos que el repartidor recibía 3 o 4 reales (menos de 1 dólar) por una distancia de más de 5 km, consideramos que, al ingresar a una aplicación de entrega, estaríamos contribuyendo a la explotación del trabajo —y con un mercado de packaging con precios desconectados de la realidad", completa.
Las aplicaciones no trabajan con un valor fijo por distancia o por entrega. Según iFood, "por kilómetro recorrido en la distancia total, un mínimo de 1 real (0,2 dólar) se paga al repartidor. Además, hay una tarifa adicional si estás lejos del restaurante. En la mayoría de las ciudades, esta tarifa se agrega a partir de los 5 km de distancia".
Hoy, Paulo César y su socio Vladimir realizan entregas en su auto, pero en horarios restringidos, para no comprometer el servicio presencial y la calidad del producto.
Empório do Aroma es una excepción en las ciudades más grandes del país. El modelo de entrega por aplicación se hizo aún más popular en la pandemia y las protestas de los repartidores han surtido efecto en algunos casos específicos.
"La presión está dando sus frutos", dijo a Brasil de Fato el repartidor en motocicleta Altemício Nascimento, quien siguió las negociaciones de iFood con un grupo de repartidores que se declararon en huelga en São José dos Campos (estado de São Paulo) en septiembre.
Además del ajuste en el monto pagado por kilómetro o por entrega, las demandas de la huelga incluyeron el fin de los bloqueos indebidos, la exigencia de un código de confirmación en las entregas y mejores lugares de descanso.
En São José, los trabajadores recibían tres pedidos simultáneos de la aplicación.
"El día 28 prometieron cambiar las tarifas y quitar los pedidos triples. Porque hoy todo el tiempo nos llegan tres pedidos juntos. O sea, la persona hace dos pedidos gratuitos para iFood. No hay forma", explicó Altemício.
En la ciudad, a 100 km de São Paulo, la huelga tuvo el apoyo de los bares y restaurantes, que entendieron los motivos. Al mismo tiempo, los repartidores se mostraron abiertos al diálogo y volvieron a trabajar a los seis días, para no perjudicar a los empresarios.
Los trabajadores anunciaron que volverán a parar nuevamente si iFood no cumple sus promesas.
Luiz Fernando, dueño de la pizzería en Porto Alegre, dice que las condiciones solo mejorarán si repartidores y pequeños empresarios se unen y reclaman sus derechos.
"Lástima que sea difícil construir esta idea. Estamos en el mismo barco pero, en el apuro de la vida cotidiana, incluso discutimos con ellos, nos peleamos, porque algunos repartidores nos presionan para que el pedido salga rápido", dice.
"Lo correcto sería alinearnos con ellos y buscar la manera de pedir mejores condiciones para todos. Lo que hay hoy no es bueno para nadie", concluye.
El otro lado
Brasil de Fato presentó las críticas a las empresas mencionadas y preguntó cuáles son los y cómo funcionan los criterios para definir las tarifas cobradas a los restaurantes y repartidores asociados.
UberEats informó que la respuesta quedaría a cargo de la Associación Brasileña de Movilidad y Tecnología (Amobitec), que agrupa nueve aplicaciones del sector.
Aquí está la nota completa enviada por Amobitec:
"Las empresas asociadas a Amobitec están abiertas al diálogo y trabajan para ayudar a los conductores y repartidores asociados a generar ingresos, incluida la realización de revisiones y ajustes en varias ciudades del país.
En cuanto a los valores por entrega, las empresas miembros de Amobitec tienen sus propias políticas en el tema, aunque, en términos generales, el valor de cada reparto tome en cuenta una serie de factores, como la distancia total, el tiempo necesario para los desplazamientos y la demanda por entregas en un momento y lugar específicos.
Entre las medidas adoptadas por las empresas para ayudar a los socios a reducir gastos están los acuerdos con redes de gasolineras que ofrecen descuentos, además de alianzas con empresas para ofrecer precios especiales en repuestos, accesorios y mantenimiento".
* João Francisco y Luiz Fernando son nombres ficticios, ya que el trabajador y el empresario entrevistados no quisieron identificarse.
Edición: Anelize Moreira