El año 2021 termina con una nueva configuración de fuerzas políticas en América Latina y el Caribe. La tercera década del milenio comienza con una mayoría de gobiernos progresistas en la región, recordando la década de 2000, considerada por algunos como la "década ganada".
Si en enero la balanza todavía pesaba a favor del conservadurismo, con gobiernos que defendían una agenda liberal en la economía y una política contraria a las demandas populares, ahora, en diciembre, hay al menos 14 gobiernos afines al campo de la izquierda latinoamericana y caribeña.
Algunos hechos decisivos fueron: en Chile, la conformación de la Convención Constitucional, basada en la paridad de género y presidida por la líder mapuche Elisa Loncon, y la elección de Gabriel Boric, derrotando a la extrema derecha; en Perú, la elección de Pedro Castillo; y, en Honduras, la victoria de Xiomara Castro, derrotando a los partidos de derecha después de 12 años del golpe de Estado.
También cabe destacar la permanencia en el poder de Daniel Ortega, en Nicaragua, y la victoria del chavismo en las elecciones regionales de Venezuela.
"Creo que la idea de una nueva década ganada es la expresión de un deseo más que una realidad. Pero 2022 debería ser un punto de inflexión. Tuvimos un 2021 que ofreció algunos resultados inesperados y otros no tanto. Esto demuestra que no existe una hegemonía derechista en la región, al contrario, lo que hay es una memoria de los pueblos que se opone a proyectos retrógrados", comenta Yair Cybel, periodista e investigador del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG).
Para el líder del Movimiento de Trabajadores y Trabajadoras Rurales Sin Tierra (MST), João Pedro Stedile, entre 2000 y 2014 hubo una disputa permanente entre tres proyectos: un proyecto neoliberal, coordinado por Estados Unidos; un proyecto neodesarrollista, antineoliberal pero que no enfrentó a Estados Unidos y representó una alianza de gobiernos populares con la burguesía local; y, finalmente, el proyecto Alba-TCP, antiimperialista y que representa la unidad entre gobiernos y movimientos populares.
"La crisis del modo de producción capitalista provocó una crisis en estos tres proyectos y, por tanto, ninguno de ellos logra ser hegemónico en el continente, y el espacio de disputa sigue siendo el electoral", defiende Stedile.
La economista mexicana y miembro de la Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad Ana Esther Ceceña también establece otras diferencias en los dos períodos del progresismo latinoamericano.
"Sin ánimos de quitar importancia a los procesos actuales, pero no tienen el mismo tono, ni un propósito tan claro o la posibilidad de una articulación tan explícita. Lo interesante en ese momento es que hubo un liderazgo y un proyecto compartido por todos los que se sumaron a esa ola progresista latinoamericana. La presencia de Chávez marcó la diferencia. Era un hombre que no simulaba, sino que de hecho apostaba; no pretendía construir, sino que construía. Y eso permitió que el llamado progresismo tuviera un sentido", analiza.
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Ceceña sostiene que esta confluencia entre gobiernos progresistas y movimientos populares tuvo su momento de máxima expresión con la derrota del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) -propuesta de 2005 de Estados Unidos para la región- que allanó el camino para la creación de Alba-TCP y Alba Movimentos.
¿Socialismo o barbarie?
En Chile, Perú y Bolivia, los procesos electorales se definieron entre polos totalmente opuestos. Para los analistas, esta polarización entre izquierda y extrema derecha es un reflejo de la situación de crisis del sistema capitalista.
La expectativa de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) es de un crecimiento del 5,9% en la región -aún en un escenario de riqueza concentrada-. El subcontinente latinoamericano es la tercera región más desigual del planeta; solo en Brasil, el 10% más rico gana 29 veces más que el 50% más pobre.
"La concentración de capital no ofrece alternativa. Esa idea de tener mercados internos que permiten absorber las crisis ya no existe. Debemos volver a pensar en la relación humana con la Tierra. Y esto no es algo romántico o algo del pasado. Es la única forma de ver un futuro posible, ya que la otra opción es la ruina. Estamos en una espiral destructiva: por las pandemias, las armas, la trata de personas, todos los negocios actuales del capitalismo son absolutamente corrosivos para la sociedad", defiende Ana Esther Ceceña.
João Pedro Stedile sostiene que las respuestas a las contradicciones generadas por la lucha de clases en el continente vendrán de la elaboración de un proyecto popular y autónomo que busque la superación del capitalismo.
"Tenemos que acumular fuerzas en torno a los programas de cambio estructural. El capitalismo ya ha demostrado que no es la solución a los problemas de las masas. El programa no es solo una cuestión teórica, es necesariamente un ejercicio de pedagogía de masas, en el que las masas deben asimilar qué propuestas son necesarias para cambiar el país", afirma el miembro del MST.
Los logros de la derecha
Por otro lado, aún podemos ver manifestaciones de la presencia de centros de poder conectados a un proyecto conservador y neoliberal.
En Ecuador, la elección del banquero Guillermo Lasso como presidente y, en Argentina, el empate en las elecciones legislativas, que significó la pérdida de la mayoría del Senado por parte del peronismo ante el macrismo y el crecimiento de figuras de extrema derecha.
Además, diversas plataformas internacionales se fortalecieron, como es el caso del Foro de Madrid, impulsado por el partido ultraderechista español Vox, y el Proyecto Veritas, concebido por el ex estratega de campaña de Donald Trump, Steve Bannon. A esta lista se suman también eventos como la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), que tuvo su edición brasileña realizada en septiembre, organizada por el diputado federal Eduardo Bolsonaro.
Esto demuestra que la extrema derecha sigue articulada y sigue siendo un adversario político relevante en varios países.
"Hoy existe una estrategia continental de proyecto de poder para Estados Unidos, que necesita la región para poder disputar la hegemonía del poder con China, por ejemplo. Es una estrategia muy clara y muy agresiva contra América Latina", comenta la profesora de la Universidad Autónoma de México (UNAM).
Perspectivas para 2022
Ante este escenario, las próximas elecciones generales en Colombia, en mayo de 2022, y en Brasil, en octubre, se consideran claves para determinar la capacidad de los gobiernos y pueblos de América Latina y el Caribe para volver a actuar en bloque en los organismos multilaterales y en el desarrollo de políticas socioeconómicas integradas.
En ambos países, los candidatos del campo progresista tienen una gran ventaja sobre sus oponentes. El senador Gustavo Petro, del movimiento Colombia Humana, tiene alrededor del 42% de la preferencia, según encuestas publicadas en diciembre por la empresa Invamer.
Los dos meses de huelga general en Colombia, en el primer semestre del año, contribuyeron a incrementar el rechazo de la sociedad colombiana a los partidos tradicionales de derecha y al uribismo –la corriente política que gobernó el país durante los últimos 20 años.
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En Brasil, Lula da Silva también lidera todas las encuestas de intención de voto, con una ventaja de 15 a 20 puntos sobre el actual presidente Jair Bolsonaro.
La propuesta de fortalecer la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), como alternativa a la Organización de Estados Americanos (OEA), y el fortalecimiento del Mercosur podrían ser dos reflejos institucionales de la política exterior de estos posibles nuevos gobiernos.
"El año 2022 puede presagiar un cambio de ciclo con la alineación de las cuatro economías más grandes de la región: Brasil, Colombia, México y Argentina y, al mismo tiempo, puede mostrar que no todas las propuestas de movilización callejera tienen como respuesta avances en los derechos en el aspecto partidario-institucional", comenta Cybel.
Para el líder del MST, las fuerzas populares tienen desafíos permanentes de formación, militancia política y batalla ideológica.
"La izquierda necesita tener más claridad sobre cómo debe hacer la disputa política en la sociedad. No se trata solo de ganar gobiernos, sino de disputar el Estado ampliado, como dice Gramsci, que es la organización de la producción y de estructuras como los medios de comunicación y el poder judicial. Esto es lo único que asegurará que, además de las victorias electorales, acumulemos fuerza", afirma João Pedro Stédile.
Si los movimientos populares logran articularse en las plataformas continentales, hay una mayor posibilidad de ampliar los derechos, analiza Yair Cybel.
"Será interesante observar en 2022 qué pasa con los procesos de levantamiento popular que no terminan en la institucionalización de la oposición", comenta el periodista argentino.
Edición: Arturo Hartmann