El 1 de abril de 1964, Brasil sufrió un golpe cívico-militar que asfixió las libertades en el país durante 21 años. Después de 59 años, hoy la democracia brasileña aún muestra señales de fragilidad –el 8 de enero de este año, manifestantes bolsonaristas invadieron las sedes de los Tres Poderes en un intento de dar un nuevo golpe–.
Al igual que el episodio de 2023, el movimiento de 1964 defendió el discurso de 'librar el país de la corrupción y el comunismo'. Una agenda que dialoga, en muchos aspectos, con la extrema derecha actual.
Las embestidas golpistas de 1964 comenzaron en la madrugada del 1 de abril, con tanques que se dirigían hacia Río de Janeiro, en un intento de intimidar al entonces presidente de la República, João Goulart (Partido Laborista Brasileño), que se encontraba en la capital del estado.
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Días antes, Jango, como era conocido, había pronunciado un discurso en la ciudad en defensa de las reformas de base, un conjunto de medidas para reducir las desigualdades sociales. El discurso del mandatario brasileño fue el detonante del golpe, al ser percibido como 'muy apasionado'. Sin embargo, los militares rechazan asumir la fecha, que también es el Día de los Inocentes o Día de las Bromas.
El 2 de abril de 1964, el presidente del Senado Federal, Auro de Moura, declaró vacante la presidencia de la República. Así, la Junta Militar tomó el poder en Brasil y comenzó a gobernar a través de Actos Institucionales (AI), decretos con supuesto poder constitucional para tratar de legitimar la dictadura y ampliar los poderes de los militares.
Según un informe de la Comisión Nacional de la Verdad, el régimen militar fue responsable directo de 434 muertes y desapariciones forzadas y cambió las instituciones del país a manos de comandantes de las Fuerzas Armadas.
Interferencia externa
El golpe cívico-militar de 1964 contó con apoyo externo. La Operación Brother Sam se desplegó en Washington para brindar apoyo militar y logístico al Ejército brasileño.
La Política Exterior Independiente de João Goulart también fue responsable de la posición brasileña frente a las sanciones estadounidenses a Cuba, especialmente después de las nacionalizaciones de las refinerías de petróleo llevadas a cabo por la Revolución Cubana.
¿Brasil ha superado el golpe?
Hechos recientes en la política brasileña demuestran que las aspiraciones golpistas aún son vistas como una táctica política por parte de la extrema derecha.
En 2016, un nuevo golpe, esta vez mediático-parlamentario, sacó del poder a la entonces presidenta Dilma Rousseff (Partido de los Trabajadores).
El 8 de enero de este año, nuevamente, golpistas invadieron las sedes de los Tres Poderes en Brasilia en oposición al recién juramentado gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva (Partido de los Trabajadores).
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Según una encuesta de AtlasIntel publicada el 1 de febrero de este año, el 39% de la población no confía en las Fuerzas Armadas. En la misma encuesta, la desconfianza sobre el Congreso Nacional y en el Superior Tribunal Federal fue de 57% y 47%, respectivamente.
Para el investigador Piero Leirner, son necesarias investigaciones y análisis cualitativas para asociar la caída de popularidad de las Fuerzas Armadas con Bolsonaro. Señala, además, que tales encuestas no se aplican en territorios donde las Fuerzas Armadas han actuado, como en las periferias o comunidades indígenas.
El apoyo al golpismo no parece ser, por lo tanto, solo una cuestión de política institucional, sino de la política en su aspecto más amplio, como es la garantía de los derechos expresamente asegurados desde la Constitución de 1988.
Edición: Patrícia de Matos