Marina Ribeiro, de 28 años y natural de Itaobim, en Minas Gerais, lleva dos años viajando sola por Brasil. En una de sus rutas fue abordada por un hombre en una playa de Salvador, en Bahia, que empezó a decirle cosas obscenas. En otra ocasión, dentro del coche de un conductor de una aplicación, la interpelaron agresivamente por viajar sola, a pesar de ir con dos amigas.
Estas situaciones no son distintas de las que vive Lanna Sanches, de 30 años, quien es preguntada frecuentemente –por hombres– sobre por qué viaja sola, aunque va acompañada de otras mujeres. "Viajaba con una amiga, pero todo el mundo me preguntaba si viajábamos solas. Porque, incluso en compañía de otra persona, la falta de un elemento masculino en la ecuación significaba que estábamos 'solas'", explica.
Sanches, quien es la creadora de la plataforma "Elas Viajam Sozinhas" (Ellas viajan solas), comenzó a viajar sin compañía en 2017 y relata que el miedo es una constante en sus viajes. Como muestran las historias de este reportaje, este sentimiento no es nuevo en la rutina de las mujeres que deciden viajar solas. De hecho, es intrínseco a ser mujer en una sociedad machista.
"El miedo que tengo es el miedo que tenía en São Paulo, es el miedo que ya estaba presente en mí, en mi rutina antes de viajar sola. No era algo nuevo. Es un miedo diferente, porque estaba en un lugar desconocido. No es un miedo que no conociera, porque ya lo experimentaba en mi día a día y en mi vida", señala.
Entre las estrategias para sentirse más segura, Lanna comparte su ubicación con amigos y familiares, dice a desconocidos que está acompañada por un hombre y graba audios para fingir que la espera alguien. Las estrategias no difieren de las adoptadas cuando vivía en São Paulo. "Son trucos que usaba en la ciudad incluso antes de viajar. Ser mujer tiene sus peligros. Ser mujer y viajar sola también tiene sus peligros", afirma.
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El mismo comportamiento adopta Camille Carboni, paulista de 26 años que viaja sola desde 2018. "Sentir miedo antes de viajar sola siendo mujer es casi obligatorio. El mundo no es un lugar muy divertido para ser mujer. Es imposible no tener miedo. No recuerdo ningún viaje en el que no haya sentido un poco de miedo e inseguridad, porque tenemos ejemplos en nuestra vida cotidiana que demuestran que es muy peligroso", dice Carboni.
La periodista menciona la muerte de la venezolana Julieta Hernández, de 38 años, que recorría Brasil en bicicleta difundiendo su arte. Se dirigía a su país de origen cuando desapareció el 23 de diciembre en el municipio de Presidente Figueiredo, 117 kilómetros al norte de Manaos, en Amazonas. Su siguiente parada sería en Rorainópolis, en el estado de Roraima.
El primer sábado del año, la policía encontró el cadáver de Julieta en un bosque. Había sido violada, asesinada y quemada por una pareja que confesó el crimen. Según Valdinei Silva, comisario de la 37ª Comisaría de Presidente Figueiredo, el cuerpo ya estaba "en avanzado estado de descomposición".
Marina Ribeiro, Lanna Sanches y Camille Carboni nunca han sufrido violencia física, pero han sido perseguidas y acosadas verbalmente. "Es triste decirlo, pero es el tipo de cosas a las que uno se acostumbra. A menudo tenemos que hacer frente a situaciones concretas con hombres que acaban insistiendo demasiado", lamenta.
"El principal problema con el que tenemos que lidiar ni siquiera es el hecho de viajar solas por el país, sino el de ser mujer. Sabemos que Brasil es un país muy violento y peligroso para las mujeres. Tanto si viajamos solas, entre amigas, con la familia o en casa, de camino al trabajo, en el metro, dentro de las tiendas, terminamos corriendo los mismos riesgos", afirma Carboni.
En la misma línea, Marina Cruz, paulista de 31 años, afirma que las mujeres "llevan una diana en la espalda por el simple hecho de ser mujeres". "No hay país que no sea machista, da igual el PIB, da igual la ubicación geográfica del país, el machismo es una cultura global que viene de mucho antes que la religión, la política o los medios de comunicación. Es como si el patriarcado albergara los pilares que construyen una sociedad", afirma la periodista.
Cruz viaja desde 2015 y lleva cuatro años dando la vuelta al mundo. De las seis mujeres entrevistadas para este reportaje, Marina Cruz fue la que sufrió la violencia más grave. Fue secuestrada, amenazada de muerte y violación y le robaron sus pertenencias en La Paz, Bolivia.
"No creo que haya ningún contexto, lugar o momento en el que una mujer no se sienta en riesgo. Aunque no sea consciente, siempre tenemos esa programación de que el mundo es peligroso para nosotras, viajemos o no", afirma.
Viajando sola como mochilera desde 2011, Ester Paixão Corrêa, de 38 años, de la comunidad de Tatuaia, a 133 kilómetros de Belém, en Pará, dice que el miedo "siempre estará presente".
"No hay forma de escapar de ello. Pero creo que es una cuestión importante relativizar esta noción de peligro. Y luego preguntarnos si también estamos seguras en casa. Miramos las estadísticas y vemos que no estamos seguras en ningún sitio, porque también nos puede matar, violar un compañero, un marido, un vecino, un tío, un padre. Tampoco es posible centrar la narrativa del viaje solo en el riesgo", afirma.
Autora de la tesis doctoral "Mulheres na estrada: Encontros etnográficos nas rotas da América do Sul" (Mujeres en la ruta: Encuentros etnográficos en las rutas de Sudamérica), en Antropología Social por la Universidad de Rio Grande do Norte, Corrêa recoge experiencias de mujeres que viajan en mochila.
En su investigación, Corrêa señala "la vulnerabilidad, el miedo a la violencia y al abuso sexual como una de las características particulares de ser una mujer que hace un trabajo de campo móvil, que se desplaza por Sudamérica".
"En el camino, siempre nos enfrentamos a las dosis y sobredosis de machismo y violencia, las mismas con las que hemos aprendido a lidiar a diario en nuestras vidas vividas en las grandes ciudades sudamericanas. (...) Las viajeras tienen que lidiar con violencias específicas en el espacio público, con el acoso sexual en el autobús, con otras prácticas espaciales, con la atención a los horarios de salida y llegada, encarar a aquella calle oscura que muestra los límites de las ciudades y de los lugares."
En el libro "Em busca do Norte: viajante sem grana" (En busca del Norte: una viajera sin plata), Manoela Ramos, de 30 años, escribe que no pudo encontrar datos específicos sobre femicidios en la ruta. Explica que no hay datos relevantes, sobre todo si se comparan con los femicidios en las relaciones íntimas, y que el matrimonio puede ser tan peligroso como viajar.
"En cuanto a los peligros de femicidios y la violencia contra las mujeres, si nos detenemos a analizar, hay casos recurrentes de violencia doméstica. Es decir, ocurren dentro del hogar, en las relaciones conyugales, de noviazgo o incluso casos extraños de tíos, amigos de los padres, padrastros o hasta el propio padre", dice Ramos en el libro. En declaraciones a Brasil de Fato, Ramos reiteró su percepción de que "el acoso en la ruta es lo mismo que el acoso en la cola del banco, en el mercado, en el trabajo todos los días".
Otros casos de mujeres viajeras asesinadas
Julieta no fue la primera viajera violada y asesinada en Brasil. Es probable que no sea la última. También en diciembre del año pasado, la argentina Florencia Aranguren, de 31 años, murió apuñalada en un sendero de la playa José Gonçalves, en Armação dos Búzios, en la región de los Lagos de Río de Janeiro. Antes de ser asesinada, también fue robada y violada.
En julio de 2020, la estudiante Julia Rosenberg, de 21 años, murió estrangulada en la playa de Paúba, en la ciudad de São Sebastião, en la costa norte de São Paulo. Estaba caminando sola hacia la ciudad de Maresias. La encontraron con una cuerda alrededor del cuello y un pañuelo dentro de la boca.
En 2017, la canoísta británica Emma Kelty, de 43 años, fue asesinada en Coari, a 363 kilómetros de Manaos, Amazonas. La británica fue atacada por "piratas" de río mientras acampaba en una playa. Antes de ser asesinada, al igual que Julieta Hernández, Kelty fue robada y violada. La mataron a tiros y arrojaron su cuerpo al río Solimões.
La compañía femenina no parece garantizar la protección contra la violencia. Basta con ser mujer. En 2016, las argentinas Marina Menegazzo, de 21 años, y María José Coni, de 22, fueron asesinadas en el balneario de Montañita, en Ecuador. Ambas fueron robadas y violadas antes de ser golpeadas y apuñaladas hasta la muerte.
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En 2003, las adolescentes Tarsila Gusmão y Maria Eduarda Dourado fueron asesinadas en un cañaveral del distrito de Camela, también en Ipojuca, cerca de Recife, en el estado de Pernambuco. La investigación mostró que el cuerpo de Tarsila tenía tres heridas de tiros, dos en la cabeza y una en la mano. También tenía el bikini y el vestido arrancados del cuerpo. Maria Eduarda recibió un disparo en la frente y en la mandíbula, probablemente tras ser violada, una vez que tenía los shorts bajados hasta la altura de las piernas. Después de 20 años, el caso sigue sin resolverse.
Datos
Según datos de 2019 del ranking Women Danger Index, Brasil es el segundo lugar más peligroso del mundo para mujeres que viajan solas, solo superado por Sudáfrica. El estudio considera y compara estadísticas sobre femicidios, acoso, seguridad y servicios. En otro estudio, realizado por Money Transfer en 2023, Brasil aparece como el tercer destino más peligroso, por detrás de Sudáfrica y Perú.
Según el Ministerio de Derechos Humanos y Ciudadanía, no existe ningún estudio sobre el número de femicidios contra mujeres que viajan solas en el país, sólo sobre los femicidios en general.
En Brasil, los femicidios y homicidios femeninos aumentaron un 2,6% en el primer semestre del año pasado en comparación con el mismo período de 2022. En la misma comparación, las violaciones y las violaciones de personas vulnerables aumentaron un 16,3%, según datos del informe Violencia contra las Mujeres y las Niñas, elaborado por el Foro Brasileño de Seguridad Pública (FBSP).
En total, 722 mujeres fueron víctimas de femicidio en el primer semestre de 2023. En el año anterior, hubo 704 asesinatos. En cuanto a las violaciones, hubo 34.428 casos. Esto significa una niña o mujer violada cada 8 minutos, el número más alto de la serie que comenzó en 2019.
Poder público
Brasil de Fato preguntó al gobierno federal si existe alguna política pública a favor de la seguridad de las mujeres que viajan solas. En un comunicado, el Ministerio de Turismo sugirió buscar información en la startup Sisterwave, que desarrolla un trabajo centrado en el turismo femenino. También sugirió leer el artículo publicado en el sitio web del Ministerio con consejos para mujeres que viajan solas.
En septiembre del año pasado, Marcelo Freixo, presidente de la Agencia Brasileña de Promoción Internacional del Turismo (Embratur), comenzó a discutir formas de mejorar la experiencia turística de las mujeres que viajan solas en Brasil.
"Las mujeres que viajan solas son bienvenidas en nuestro país. Garantizar una buena experiencia a estas turistas es una prioridad para Embratur. Queremos que las mujeres de todo el mundo se sientan seguras conociendo el Brasil de la sustentabilidad y la democracia, y que también es un país seguro para las mujeres que viajan solas", dijo Freixo en una reunión con una agencia dedicada a los viajes de mujeres.
El reportaje también preguntó al Ministerio de las Mujeres sobre políticas públicas en beneficio de la seguridad de las mujeres que viajan solas. De momento, no ha habido respuesta. El espacio sigue abierto para la manifestación de la cartera.
Edición: Thalita Pires