DIARIO A BORDO | GUANTÁNAMO

Conocida mundialmente por la base naval de los Estados Unidos, la provincia abriga la encantadora y tradicional villa

“Candela”, “Oye Como Va”, “Carretero” y “Guantanamera”. Si eres turista, es prácticamente imposible regresar de Cuba sin hacer escuchado - todas - esas canciones durante la estadía. Si el viaje ocurre este año, la posibilidad de escuchar "Despacito" es muy grande también.

Pero escuchar Guantanamera en Guantánamo fue especialmente emocionante para mí. La música, compuesta en 1928 es una de las más famosas del país y fue creada para homenajear a una mujer nacida en la provincia. En los años 50, se incorporaron a la composición - que ya era muy popular en la isla - los versos escritos por el libertador del país, José Martí:

Con los pobres de la tierra
Quiero yo mi suerte echar
Con los pobres de la tierra
Quiero yo mi suerte echar
El arroyo de la sierra
Me complace mas que el mar

Guantanamera
Guajira Guantanamera
Guantanamera
Guajira Guantanamera

 

Cuando empecé a trabajar como reportera en el Portal Vermelho [Portal Rojo, en español, un portal web de noticias de Brasil], uno de los temas más recurrentes era el apoyo a la demanda cubana por la devolución de la Bahía de Guantánamo, en posesión de los Estados Unidos desde 1901. Lo que explica mi conmoción por estar en aquel territorio, tema de tantos textos periodísticos.

La demanda por la devolución de Guantánamo es una pequeña síntesis de la bravura cubana. Con la recuperación de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, al final de 2015, la isla socialista explicitó que las condiciones para normalizar las relaciones eran el fin del bloqueo económico y financiero y la devolución del territorio ocupado.

La presencia de estadounidenses es una amenaza a la soberanía de la isla. El historiador Luis Figueiras Pérez cuenta que durante la lucha armada comandada por Fidel Castro, los aviones del dictador Fulgencio Batista eran abastecidos en la base naval y que el principal impacto para los guantanameros, antes de la revolución, era que los soldados habían transformado la región literalmente en un burdel.

En 1491, el almirante Cristóbal Colón clavó la Cruz de la Parra en el territorio hoy denominado Baracoa. La reliquia está expuesta en la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, la iglesia principal de la ciudad y es la única cruz entre las clavadas por los conquistadores en todo el continente que persiste intacta. Por el hecho, es considerada milagrosa y por eso es conocida como Santa Cruz de la Parra.

Son muchos los adjetivos utilizados por los cubanos para definir Baracoa, la primera ciudad cubana, fundada en 1511. La encantadora ciudad permaneció aislada por mucho tiempo, pues el acceso era posible solamente por mar. Solo en la década de 1960 fue construido el Viaducto de La Farola, que conecta la región con las otras poblaciones. La carretera posee cerca de 30 kilómetros de extensión a lo largo la sierra con altos picos, que contrastan con los abismos que se abren al lado opuesto del carril.

En octubre de 2016, el Huracán Matthew, con vientos de 220 kilómetros por hora y lluvias intensas afectó la ciudad. Los daños superaron los US$ 63 millones. Las vientos arrancaron los techos de las casas, el Hotel La Rusa, un hotel histórico, fue considerablemente destruido, la vegetación devastada, los faroles cayeron, la ciudad se quedó sin suministro eléctrico y las carreteras quedaron bloqueadas.

Sin embargo, ninguna persona murió. El fuerte sentido de solidaridad del pueblo cubano resultó en una amplia movilización de brigadas con técnicos y voluntarios de todo el país para ayudar en la reconstrucción de la ciudad. Seis meses después de la catástrofe, ningún turista podría suponer que un huracán arrasó la ciudad.

No es posible pensar en Cuba, una sociedad que reivindica la construcción de un proceso social igualitario y no cuestionar si de hecho es posible crear una sociedad justa, con igualdad de oportunidades para todos. La pregunta no tiene una respuesta sencilla.

Muchos cubanos anhelan las ventajas del capitalismo. Los jóvenes están en las plazas, con sus smartphones conectados a internet, hablando en video con personas que tal vez vivan al otro lado del Atlántico, en la Europa o al menos en Estados Unidos. Y muchos, muchos cubanos, todavía se quejan por "no poder viajar al exterior".

Para un análisis de esta situación, es imposible cualquier imparcialidad. O sea, es necesario considerar el lugar desde el que hablo en tanto sujeto. Por ser brasileña, negra y habitante de la periferia, sé, por mi propia experiencia - es decir, nadie me contó - que la desigualdad es la condición esencial para el desarrollo y mantenimiento del capitalismo.

Como en la música del conocido grupo de rap brasileño Racionais MC’s que dice que "del puente para acá es otra historia" - en referencia al puente que separa los barrios pobres de los ricos en la zona sur de la ciudad de São Paulo. Y lo que vemos en América Latina es una situación predatoria, en la que la miseria de la mayor parte de la población es el pilar que sostiene los privilegios de la extrema minoría rica de la ciudad.

Vivimos en el continente de mayor desigualdad en todo el mundo. "Del puente para acá es otra historia". Los privilegios están ahí, a la vista de todos: en Brasil, el salario medio está alrededor de US$ 300. En São Paulo es US$ 750.

El intento de hacer uso de los recursos y del poder el Estado para garantizar mayor equidad y distribución de la riqueza en el país tuvo su globo de ensayo en los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), con Lula y Dilma. Sin embargo, el proceso se estancó mediante el discurso falaz sobre los gastos excesivos del gobierno federal en programas sociales y otras políticas y la necesidad de austeridad. Lo que hemos visto hasta ahora, con el gobierno golpista de Michel Temer, es un nuevo crecimiento de las desigualdades, del desempleo y de la recesión económica.

Por otro lado, en Cuba, que no tiene una economía boyante, en gran medida por el criminal bloqueo económico y financiero impuesto por los Estados Unidos, se minimiza en términos absolutos la miseria, se controla la desigualdad - que sí, existe - y, con la actualización del régimen revolucionario, se incentiva la creatividad y el emprendimiento. Lo que más se ve en La Habana y no solamente allí, sino en todo el país, son cubanos iniciando negocios, montando pequeños restaurantes, alquilando sus casas a turistas, conduciendo taxis, vendiendo artesanías...

Me conmueve verdaderamente que muchos cubanos no podrán visitar mi país como pude visitar Cuba. Fui hasta allí como periodista, invitada por el Ministerio de Turismo y mis gastos fueron pagados por el gobierno cubano. Pero ¿cuántos brasileños pueden anhelar pasar una temporada en la isla? Esta respuesta, sí, es muy sencilla: muy pocos.

Yo siempre respondía a los taxistas que me refutaban estos argumentos, que mis padres nunca han salido de Brasil y que el primer viaje en avión que hicieron, al nordeste del país, fue el año pasado, con pasaje pagado en muchas cuotas.

El capitalismo dice así: sí se puede. Pero usted no podrá porque no tendrá recursos suficientes y entonces, al contrario que mi amigo que trabaja en bicitaxi, no podrá culpar al gobierno. La culpa va a ser suya solamente, porque si el capitalismo realmente ofreciera posibilidades igualitarias - como pregonan los defensores del Estado mínimo - cuando no se logra algo es por incapacidad. Cuando en realidad, no se logra porque hay una estructura social, política y financiera rígida para mantener - como en el sistema de castas - una baja movilidad social y la garantía de los privilegios de una minoría absoluta.

Texto y fotos: Vanessa Martina Silva | Edición: Luiz Albuquerque | Traducción: Pilar Troya y Luiza Mançano | Arte: José Bruno Lima | Ilustraciones: Karina Ramos