DIARIO A BORDO | LA HABANA

Conocer la capital cubana es viajar entre el pasado y el futuro, es mirar la historia viva aquí y ahora

CUBA REAL

Finalmente, embarqué hacia la isla socialista el 26 de abril. El viaje fue una invitación del exguerrillero de la ALN (Acción Libertadora Nacional), el periodista y escritor Paulo Cannabrava Filho. Él cumplía 81 años y eligió La Habana para celebrar la fecha al lado de amigos queridos y de su compañera de toda la vida, la educadora Beatriz Cannabrava.

Para ellos, que vivieron en Cuba entre 1968 y 1969, exiliados por la dictadura brasileña, el viaje tenía otro sentido: era un reencuentro con personas queridas de otra era y también, de cierto modo, una reconexión con un pasado en el cual Bia [Beatriz] era Marina Pérez — cantante que adquirió cierta fama en la isla en los años 60 e hizo parte del grupo que creó la Nueva Trova cubana, cantando al lado de figuras como Silvio Rodríguez y Pablo Milanés — y Paulo, que nunca adoptó otro nombre, era el combativo periodista que ayudó a fundar la agencia cubana Prensa Latina.

Estas conexiones me condujeron los siete días que pasé en La Habana. Más allá del turismo y de las bellezas de la ciudad, fue en las conversaciones con periodistas, activistas, profesores, intelectuales y jóvenes que encontrábamos a lo largo de nuestra extensa agenda que comencé a delinear lo que era Cuba para mí.

Mi vuelo de regreso estaba fijado para el 3 de mayo, dos días después del famoso Primero de Mayo cubano - Día del Trabajador. La invitación del Consulado de Cuba para que participase de la cobertura de la Feria Internacional de Turismo prorrogó mi estadía hasta el 10 de mayo. Junto con periodistas de todo el mundo, recorrí otras tantas ciudades del país, en los itinerarios que ellos llaman turismo de sol, naturaleza e historia. Esa es la jornada que usted acompaña en este especial “¡Vamos a Cuba!”.

LA HABANA

Sin propaganda, duty-free o aire acondicionado, pero repleto de turistas. Ya al llegar al aeropuerto José Martí se nota la diferencia con otros destinos afamados de América Latina. En el camino al centro de la ciudad, todo llama la atención: los automóviles, los buses, los famosos carteles en defensa de la Revolución. Sí, es Cuba!

El primer extrañamiento fue quedarme en un hotel de cuatro estrellas. Lujo y glamour no es lo que esperaba de un viaje a la isla socialista. Aire acondicionado, piscina, piso alfombrado, música en vivo buena y gratis, TV por cable e internet a voluntad, aunque caro y lento, obviamente.

Alojado en un hotel, los únicos cubanos con quien usted conversa son los empleados y taxistas que lo llevan de un lado a otro. Eso además de las personas que acaba conociendo en la calle, lo que, con frecuencia, resulta en una buena conversación.

Es verdad que quedarse en una de las casas alquiladas por los cubanos proporciona un contacto cultural y social mucho más intenso y también un tipo de conocimiento que no adquirí: donde comer bien y de forma más barata por ejemplo. O aun aquellos consejos valiosos sobre lo que es justo pagar por un taxi para ir de ciertos lugares a otros.

Pero, alto ahí. El hecho de hospedarse en un hotel no hace de usted una persona que está desvirtuando el carácter socialista de la revolución cubana. En verdad, el Estado tiene la propiedad de todos los hoteles y de las cadenas hoteleras del país — que son cinco: Gaviota, Cubanacán, Gran Caribe, Islazul y Palco — que operan en conjunto con empresas extranjeras. No, usted no leyó mal.

Entonces, aunque la fachada ostente el nombre de una gran red internacional — son 17 las que operan en el país —, como Meliá, que es española; Blue Diamond Hotels and Resorts, que es canadiense, o Capri, italiana, esas empresas actúan en Cuba bajo contrato de administración hotelera regulado por la Ley Cubana de Inversión Extranjera, de 2014, y pagan, rigurosamente, impuestos al Estado.

En el régimen más común de operación de las cadenas hoteleras, la Asociación Económica Internacional, la remuneración del gestor está vinculada a la obtención de utilidad bruta de operación. Existen también compañías que trabajan con el sistema de empresa mixta, en el cual Estado e inversor extranjero acuerdan la participación porcentual de las partes y, en general, está vinculado a la inversión o financiamiento por parte de las empresas extranjeras.

SENSACIÓN DE SEGURIDAD

“Cuba es muy segura. Usted puede andar tranquilamente en la calle y no va a pasarle nada. Puede andar con la máquina fotográfica colgada en el cuello y el celular en la mano tranquilamente, que no pasa nada”. No sé cuantas veces oí eso a lo largo de la vida. Y es verdad: no pasa nada.

La sensación de seguridad es total. Nada indica, incluso si es mujer, que usted no pueda o deba andar por el Malecón — paseo a la orilla del mar que funciona como barrera para el avance de las olas sobre la ciudad — en la noche o incluso por las calles de La Habana. Al comienzo, usted saca el celular del bolsillo con recelo. Después, toma la cámara fotográfica y entonces entiende que realmente puede caminar con todo eso. Como máximo, lo que va a suceder son una serie de acercamientos de personas queriendo venderle cosas, ofrecer restaurantes, llevarlo a algún lugar de taxis, coco taxi, bicitaxi…

Pero es extraño. Una paulistana [gentilicio de los nacidos en la ciudad de São Paulo] — y resalto aquí: mujer — que nació teniendo miedo de salir a la calle por diversos factores, que sabe que no puede tomar fotos de las “maravillas” de São Paulo sin la sensación de que será asaltada en cualquier momento, no sabe vivir sin miedo. Entonces, confrontarse con toda esa sensación de seguridad es: “¡Uau! ¿Y ahora? ¿Cómo hago?”.

Lo hice entonces de la mejor manera posible, salí por la noche sola para descubrir si las cosas eran realmente así.

Sobre estereotipos

Como paulistana y habiendo viajado ya a otros países de América Latina, encontré incontables veces en las calles personas en situación degradante, de miseria y esa es siempre una cuestión importante para los intelectuales y activistas progresistas de nuestras sociedades: ¿cómo eliminar la pobreza extrema, la miseria y este tipo de situación en nuestros países? Es lo que discutimos hace décadas. Pero en Cuba usted camina, camina, camina y no, no encuentra ese escenario. ¿Mendigos? Existen algunos, es verdad, piden dinero para comprar leche, comida, ropa… y otros que lo abordan para pedir cosas, “regalos”. Comprensible.

De hecho, en el país no hay niños o personas viviendo en las calles. Tampoco hay miseria, pero muchos viven en condiciones de privación y es muy común que personas graduadas – como ingenieros, profesores, enfermeros – trabajen en otras actividades, como taxistas, por ejemplo.

La comparación con Brasil es, tal vez, inevitable. Así como en las ciudades brasileñas que viven del turismo, es muy común que personas traten de “ganar unos centavos”. Por eso, es necesario siempre negociar bien, saber de antemano el valor justo del taxi, investigar el precio de las artesanías para no comprar en el primer lugar y acabar pagando mucho más. Cuba vive del turismo y los cubanos que trabajan con turistas también quieren valerse de las “maravillas del capitalismo”: en este caso, sus euros y dólares.

Por otro lado, hay un concepto fuerte de sociedad entre ellos. Si usted necesita algo, o quiere comprar alguna cosa, ellos harán siempre lo posible para que usted quede satisfecho y consiga lo que desea. Ser brasileño es tener una serie de beneficios y amor a primera vista por parte de los cubanos. Ellos muestran una sonrisa cuando oyen “soy de Brasil” y comienzan a hablar de las telenovelas de la Red Globo – si, la Revolución no acabó con eso y ellos ven mucho todas nuestras novelas. Inclusive, los restaurantes Paladares se llaman así por causa de la novela “Vale Todo", transmitida por la Red Globo entre 1988 y 1989.

Pero no sólo. Ellos están muy bien informados – ese es otro cliché que comprobé – y saben mucho sobre lo que está pasando en Brasil: el golpe contra Dilma, la impopularidad de Michel Temer, la persecución contra el ex presidente Lula, las manifestaciones en el país y hasta inclusive el nombre de los ministros involucrados en los escándalos de corrupción. Es realmente impresionante, porque haciendo una prueba simple, si preguntamos a personas en estas tierras brasileñas, que saben sobre Cuba, veremos el estridente contraste.

Día del Trabajador

“Pasar el Primero de Mayo en Cuba fue la cosa más emocionante de mi vida”. No lo fue para mí, pero fue la cosa más emocionante de la vida de muchos de mis amigos y es bastante impresionante.

Desde que aterricé en la isla, desde las camareras y camareros del hotel, pasando por los taxistas y amigos que encontrábamos preguntaban:

— ¿Va a quedarse para el Primero de Mayo?

— ¡SÍ!

— Qué bueno, va a ver cómo es lindo.

Gran expectativa, pero una indisposición intestinal – causada tal vez por el exceso de cigarros el día anterior – me quitó un poco de la atención y disposición necesarias para enfrentar la marcha de kilómetros hasta la Plaza de la Revolución. Los trabajadores se organizan temprano y marchan de acuerdo con su categoría.

La idea era quedarme parada, contemplando el desfile, pero la curiosidad acabó por arrojarme en medio de la multitud y ahí no había de otra que caminar. Cuando me di cuenta, estaba en medio de la marcha, yo también saludando a la Revolución. Pero de forma confusa, con cámara, filmadora y celular colgados del cuello para tratar de registrar aquel momento único.

Desde el triunfo de la Revolución, en 1959, la fecha es una festividad del pueblo trabajador. Es cuando estudiantes, campesinos, obreros, funcionarios públicos e integrantes de las Fuerzas Armadas, al contrario de buena parte del mundo, salen a las calles para celebrar las conquistas de todo el proceso y no para exigir derechos, mejoras salariales, etc., como ocurre en Brasil, por ejemplo, donde la fecha está marcada por la lucha de los trabajadores por más derechos. En Cuba, ellos marchan para garantizar la continuidad de los derechos y, claro, su mejora en el proceso revolucionario.

Este año, la fiesta estuvo marcada por ser la primera sin el líder de la Revolución, Fidel Castro, que murió el 25 de noviembre de 2016, y la última del presidente Raúl Castro al frente de la nación caribeña. A principios del próximo año se realizarán elecciones presidenciales en el país.

Había, ante este escenario, mucha conmoción, pero no abatimiento. Ninguna de las personas con quienes conversé por toda la isla me dijo que el proceso va a acabar sin el mando de Fidel y de Raúl. No es casualidad que el lema de este año para la marcha haya sido: “nuestra fortaleza es la unidad”.

Como el proceso es extremadamente organizado, cuando el circuito recorrido por la manifestación termina, todos se dispersan rápidamente. No hay tumultos o desencuentros. Por las calles paralelas, es posible tomar un taxi o bicitaxi hasta el centro. Pero, si usted es turista, puede querer caminar para ver mejor cómo funciona todo y volver a pie al hotel, como hice yo. Pero todo eso acaba temprano, como conté en la crónica que escribí para Brasil de Fato y que usted puede leer aquí [en portugués].

Texto y fotos: Vanessa Martina Silva | Edición: Luiz Albuquerque | Traducción: Pilar Troya y Luiza Mançano | Arte: José Bruno Lima | Ilustraciones: Karina Ramos